Supongo que a cualquier aficionado al deporte le sonará este apellido, y puede incluso que a quienes tan solo hojeen un periódico de vez en cuando les dirá algo. Sepp Kuss es el último vencedor de la vuelta ciclista a España. Como cualquier bicicletero sabrá, ... La Vuelta es la tercera prueba por etapas más importante del calendario ciclista internacional tras Tour y Giro, y dentro de ella, Asturias tiene siempre un protagonismo especial, pues por aquí se dejan las 'patas' los 'pros', que aguantan las duras rampas e impresionantes paisajes que tenemos por doquier. Esos parajes que a veces no valoramos ni cuidamos como se merecen; aunque esto, para otro día.

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En todo caso, el motivo de estas líneas no es sólo alabar a Sepp Kuss, sino resaltar la intrahistoria de su victoria. Bajo mi punto de vista, su triunfo, al margen del indudable mérito que tuvo, supuso una gran elección de compañerismo, equidad, humildad y justicia. Todas ellas, palabras mayores en el deporte, y quizás también en la vida, así en general.

Al comienzo de La Vuelta, el bueno de Sepp no era otra cosa que un peón dentro del pelotón de mega estrellas que traía su equipo, el Jumbo-Visma, que hoy por hoy es como decir el Madrid de Di Stefano, el Brasil de Pelé o los Bulls de Jordan, un gran rodillo. El Jumbo venía con el danés Vingegaard y el esloveno Roglic, dos ciclistas top cuyos logros no cabrían en este texto, y que en teoría eran los que iban a cortar el bacalao. Para completar el reparto en la película faltaría citar al director del equipo, el holandés Richard Plugge, que es el encargado de poner orden entre tanto gallo. Total, que entre daneses, eslovenos y neerlandeses andaba el juego, y en esto apareció un americano. Toc, toc, llamó Kuss, el perdedor, el 'underdog' que dicen los ingleses, así como de puntillas, pero pidiendo su sitio, tras años ejerciendo de eso que en el argot ciclista se llama gregario, y que en cristiano significa sufridor, currante, machaca, obrero, escudero o como quieran nombrar a ese tipo que se parte el culotte por la estrella de turno que se lleva la gloria y, ni que decir tiene, la pasta gansa también.

Sucedió entonces un hecho deportivo muy bonito, y fue precisamente aquí, en Asturias. Para más señas en el temible Angliru, dentro del concejo de Riosa, a menos de una hora de donde posiblemente éste ahora usted. Cualquiera que haya subido alguna vez al Angliru sabe lo duro que se hace circular por ahí. Desde Viapará hasta el alto hay 8 kilómetros casi verticales, que no se acaban nunca. Los coches tienen que meter primera en algunas curvas, y las cabras que por ahí pacen se mueven con cuidado. Una y no más, piensas la primera vez que vas, hasta que se te pasa el mosqueo para volver y caer de nuevo en la trampa, un tiempo más tarde. Se trata de una subida muy perra yendo a tu ritmo, por lo que cuesta imaginar el sufrimiento de los que van cronometrados y con la amenaza de llegar fuera de control, como les sucede a estos rapazos.

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La cosa es que a unos kilómetros de meta los dos gallos del corral atacaron, y el pobre Sepp se quedó detrás, clavado. Pensamos casi todos que su efímero protagonismo se había acabado y que la carrera le iba a poner de nuevo en su sitio. El chaval tiene buena pinta, parece buena gente y habla algo de español con un acento muy gracioso, así como el del rubio de los Morancos cuando hace de 'guiri', por lo que daba pena que su sueño de Cenicienta (¿Ceniciento vale?) terminara así, agonizando. Pero no, Kuss aguantó el tipo, y perdió tiempo, pero se agarró al maillot rojo. Olé tus bidones, guaje.

Lo que más me mereció la pena de esta historia fue, en todo caso, el compañerismo y respeto con que asumieron el desafío de Sepp Kuss sus compañeros, sus jefes, los gallos del corral. La vuelta se decidió, una vez más, en nuestras cuestas, y en las cuatro etapas que quedaban hasta Madrid. Todo el Jumbo-Visma, con sus líderes al frente, se volcó con el obrero, arropándole hasta el Paseo de la Castellana. La foto de Kuss flanqueado por Roglic y Vingegaard en la recta final de meta valdría para una buena película, una especie de Rocky Balboa mucho más chupado y frágil por fuera, pero muy duro por dentro.

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También se me ocurría pensar qué hubiera sucedido si ese mismo equipo, su director y los tres corredores implicados fueran españoles. Menudo lío se hubiera armado. A una mala, hubieran perdido todos, embistiéndose entre sí, y dejado el triunfo a uno que pasaba por ahí, despistado. Y puestos a imaginar, visualizo con un mismo maillot a nuestros líderes políticos en una de esas, la que podrían liar. Lo de los palos en las ruedas hubiera sido un juego, sólo para empezar. Veríamos entonces codazos, patadas, mordiscos y dentelladas. Todo para que acabase levantando los brazos un globero de perfil bajo, con gafas y raya al medio, que iba en una bici belga prestada, sin ruedas. Kuss for president.

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