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Me acuerdo de él todos los años, cuando se acerca la Navidad. No lo puedo evitar, y tampoco quiero. Jafo era el nombre de un pastor alemán que teníamos por casa, hijo del Blondi y la Rosca, por más señas. El padre fue un perro ... con pedigrí, elegante y bondadoso, de mucha pose pero zángano y blando. La madre, en cambio, era perra de taller y rabo enroscado; una chucha poligonera, fea como ella sola y con muy malas pulgas, en todos los sentidos. Sucedió que una tarde, uno que lo lleva sobre su conciencia nos secuestró a traición al Blondi y 'se lo echó' a la Rosca, que esos días andaba receptiva, y de buenas. Qué fea es esa castiza expresión 'echar a' hablando de cruces de animales, y qué jocosa también, aunque habrá quien se ofenda. El caso es que de aquel agradable encuentro a la puerta de una nave de trefilería y soldadura surgió el Jafo, un perro con las hechuras del padre, pero con la malicia, la 'pedrada«, y el colmillo de la madre.

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