Haciendo honor a la detonación con que se anuncia este festival de música, por Llanera pasó el Boombastic. Para los lugareños de su parroquia, que yo frecuento, esto es como para un pamplonica los Sanfermines. Una oleada estratosférica de gente con mochilas, sacos de dormir ... y mesas plegables, que se llegan a La Morgal desde todos los puntos del país, a escuchar una música que los de mi quinta ponemos a parir. Sucede que nos creemos en posesión de la verdad por el hecho de haber vivido el final del siglo XX, que no fue nada malo, la verdad sea dicha, con Beatles, Stones, ACDC, Bowie, Elvis y todos esos hippies adictos tocapelotas que tanto molestaban a nuestros padres. Progenitores escandalizados ante esas melenas y falta de modales, y a su vez poseedores de su otra verdad musical absoluta, la de su generación con Sinatra, Los Bravos, Fórmula V, Los Panchos, y demás genios de su época. El ciclo creativo se repite, y lo mismo les ocurrirá a los hijos de nuestros hijos, supongo.

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El caso es que por aquí se dejaron caer ciento cincuenta mil jóvenes en cuatro días. En un pueblo en el que durante el resto del año uno se cansa de ver vieyos, chigres y perros, esta explosión de juventud es como si abrieras las ventanas de par en par en una habitación que lleva un año cerrada, y aspiraras el aire profundamente durante un rato. El lugar donde trabajo es un local con una gran cristalera, que da a la calle que comunica la estación de Feve con La Morgal, de modo que durante esos días mi oficina pasa de la más absoluta monotonía, a convertirse en un palco privilegiado. Ves pasar gente escandalosamente joven, grácil, guapa, feliz y contenta, junto a otros y otras quizás no tanto, pero con la misma alegría, e igual de vitales. A veces me pregunto qué será de sus vidas, con todo lo que les queda por recorrer. El caso es que ahí me quedo, mirándoles cuan 'junón de baranda', como llamamos jocosamente al fijón hispano. Ese halcón de playa, implacable escrutador de todo lo que hay que ver ahí abajo, en la arena. El junón es ave rapaz diurna, observador minucioso sin cámara ni móvil, pero con la vista y el resto de sentidos bien agudizados. Lince urbano sin presa alguna que cobrar, pero allí apostado, paciente, totalmente inmóvil, concentrado tras unas gafas oscuras, gorruca de La Caja, guayabera y pantalón mil rayas. No hace calor, no hay dolor, solo espera. Menudo show, el año que viene lo mismo alquilo la oficina unos días, como los pamplonicas con sus terrazas.

Dos cosas voy a decir, acerca del Boombastic. La primera, lo civilizados que son por lo general estos chavales. Me parece increíble, y absolutamente digno de admiración, que entre tanta acumulación de testosterona no hayamos visto una sola bronca, incidente o flagrante acto vandálico. Sencillamente, maravilloso. Para los de mi generación, que muchas veces dejamos de ir a fiestas de prao por puro miedo, digámoslo claro, esto sí que es la bomba, la de verdad.

Tanto quejarnos de los jóvenes, los que tuvimos que abandonar El Sella, los Güevos Pintos y otros saraos multitudinarios por la tropa que andaba por allí, en una especie de 'Bronx' imposible de sobrevivir, y ahora vienen estos mocosos a darnos una master class de convivencia, respeto y saber estar. Ni gente tirada por la calle, ni peleas de pandillas, ni atracos a mano armada, ni nada. De verdad lo digo, estos chavales de hoy están 'pa salir de casa'.

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La segunda cosa, y ahora me voy a meter en un jardín pero lo mismo me da, es un recado para algunos lugareños. Vamos a ver, paisanos: no se puede, o mejor dicho no se debe, sangrar a estos chavales. Vienen con algo de dinero en sus bolsillos que les habrán dado en su casa, pero hay que tratarlos con justicia, que de generosidad ya ni hablo, y no subir los precios esos días para sacarles la pasta. Una botella de sidra de 3,50 a 8 euros, ya os vale. Bastante hacen, que no tiran los bares abajo como alguna vez hemos visto los que peinamos canas. Es mucha chavalería viajando en modo de supervivencia, y hay que echarles una mano. Otra cosa es cómo queda La Morgal, como si hubiera pasado una manada de Ñus, pero por algún lado tienen que pisar, por muy de puntillas que anden, y eso no justifica querer matar a la gallina de los huevos de oro. Ojo al Tío Gilito, y contención para la siguiente, no los vayamos a espantar.

Los que ya hemos pasado la edad de festivales de tres días, bastante tenemos con el bombastic informativo con el que se nos obsequia a diario, por tierra, mar, y aire. De modo que enhorabuena a los jóvenes Boombásticos por vivir su momento con ese civismo y saber disfrutar de la fiesta. Olé vuestros modales. Tan solo una cosa os digo, guajes: en gustos musicales, nuestra generación os gana por goleada. La misma que nuestros padres decían meternos en su tiempo a nosotros, claro está. Paz en el mundo, y que el ritmo no pare.

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