Dicen que hay cosas que permanecen en la memoria de un niño el resto de sus días, por mucho que le ocurra a lo largo de su vida. Son recuerdos en forma de sensaciones, olores o imágenes que, como un fogonazo, vuelven a nuestra memoria ... tras quizás décadas arrinconadas en alguna parte del cerebro. Sucede cuando uno menos se lo espera, y para bien o para mal. Por ahí revolotean, como un código de barras, esperando su momento.
Publicidad
Hace unos días nos enteramos del triste fallecimiento de Franz Beckenbauer, y al leerlo en la prensa me vino uno de estos recuerdos, nítido y a todo color. Sucedió una tarde de verano en la que se jugaba la final del Mundial de Futbol de 1974, entre Alemania y Holanda. Contaba yo nueve años por entonces, y en estas apareció por casa un operario con una gran caja a cuestas, que ponía por fuera Thomson. El tipo, que resultó ser un técnico, empezó a conectar unos cables mientras yo le miraba de lejos, intrigado, pero consciente de que cerca de él no pintaba nada. Terminado su trabajo, dijo adiós y entonces mi padre agarró dubitativamente algo así como un palo negro y misterioso, que resultó ser un mando a distancia. Apuntó con él hacia ese extraño monitor como quien dispara un arma, casi cerrando un ojo... Y entonces se produjo allí un milagro.
De pronto, vi en esa pantalla a unos tíos con una camiseta y unas medias de color naranja, que corrían por un prado que, por increíble que me pudiera parecer, era de color verde. Un campo tan verde como los del otro lado de la ventana, pero metido dentro de aquella caja. Me quedé entonces pasmado, totalmente atónito, allí paralizado. Hasta ese momento, mi vida televisiva se limitaba al 'Un, dos, tres' de Kiko Ledgard, o al Capitán Tan, Locomotoro y los Hermanos Malasombra, todos ellos en blanco y negro. Y así, sin avisar, va y aparece ante mí el mundo en color. Eso sí que fue flipar, y no lo de ahora. Vi además que el verde y el naranja se podían graduar, con más o menos brillo. «Este mando, ni tocarlo», me advirtieron. Por supuesto, me las ingenié para enredar con ese chisme al menor descuido.
En mi familia siempre se ha vivido con cierta intensidad el fútbol, y sucedió que para ese partido alguien decidió tirar la casa por la ventana. Lo que no calcularon bien fue el impacto en la mente de un niño, monocromática y con carta de ajuste hasta ese día. Quizás por esto, me doy cuenta de que siempre he sido fan de Holanda. Bueno, menos aquel día del 2010, claro. Recuerdo a Cruiff, Neeskens, Krool, Rep y compañía, jugadores tan geniales como rebeldes y transgresores. Tipos muy 'cool' que hasta fumaban. 'La naranja mecánica' fue un mito que duró cuatro años más, hasta que Kempes y sus pibes se la volvieron a zampar en Argentina 78. Mucho fútbol, pocos años y grandes recuerdos.
Publicidad
Frente a los 'Orange' jugaba ese día un equipo que más bien parecía un ejército, desde su entrenador hasta el utillero. De hecho, y pese a la novedad del color, se les seguía viendo en blanco y negro, con un águila en el pecho y ese 'Deutschland' que, qué quieren que les diga, metía un poco de miedo. Se veían en ese 'once' pocas sonrisas, mandíbulas tensas, muslos peludos, y patillas largas. Maier, Vogts, Breitner, Bonhof y demás bicharracos, menuda armada. También recuerdo a Muller, un '9' al que apodaban 'torpedo', y al que Ridley Scott bien le habría podido ofrecer un papel como replicante en 'Blade Runner'. Tipos duros todos ellos, a los que sólo se les podía matar de un tiro. Gente hosca, de pocas palabras, que protestaba muy poco y nunca se tiraban. Futbolistas que marcaron una época, y que hacen que a veces nos tomemos el fútbol de ahora como una broma.
Ese equipo tuvo un capitán, conocido como 'el Kaiser' por el común de los mortales. Un '5' de los que ya no se ven, esa especie de 'líbero' extinta tiempo ha. Beckenbauer era un ajedrecista que jugaba al futbol sin mirar el balón en sus pies, marcando tiempos y oteando espacios. Un líder total que veía el campo como un tablero, desde el que arengaba a sus gladiadores. Ave, Franz. Un elegante creador de juego, capaz de mutar a máquina desbrozadora o implacable policía de frontera cuando hiciera falta. Creo que lo que hizo tan grande al 'Kaiser' no fue sólo su juego, sino su forma de ser. No se me ocurre ningún gran capitán que haya rayado a su altura, al menos que yo haya visto. Quizás Baresi se le acerque un poco, o Pujol, a ratos.
Publicidad
Ojalá algún día nos caiga un Beckenbauer por estos lares hispanos. Ya sé que somos latinos y no germanos, gentes de sangre caliente, y todas esas bobadas. Con un buen sucedáneo, nos bastaba. Un '5' previsible, fiable, y ejemplar para su escuadra. Un personaje en quien confiar, dentro y fuera de la cancha. Bien nos vendría alguien que nos cambiara esta visión en blanco y negro de España. Sentémonos, pues, a esperar un poco de color en nuestra vapuleada pantalla.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.