Por lo visto en este partido, la derrota fue justa y lógica. Ramírez revolucionó el equipo sin racionalidad en el dibujo táctico, con una alineación ... incoherente. El 5-4-1 no venía a cuento y menos empezar con Cote y Hassan en el banquillo.

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La intensidad del Sporting era inferior a la del Burgos. La defensa generaba alguna duda y el centro del campo eran sombras que corrían tras el balón sin sentido, con lentitud y al trote. En el fútbol hay que correr. Gaspar y Villalba naufragaban en misiones indefinidas, con el refuerzo Mario perdido en el ataque. Este era el programa de Ramírez.

El Burgos dio menos pena que el Sporting en el primer tiempo. Hasta que llegó el gol marcado casi sin querer que dio el triunfo a los castellanos, en una acción que no se sabe qué quería hacer Christian Joel.

Con los cambios se vieron detalles positivos aislados, porque Villalba asumió algo la batuta en un equipo desordenado. Los necesarios riesgos asumidos pudieron provocar una derrota más abultada. Pese a la emoción de una diferencia mínima, el Sporting nunca transmitió confianza. Rematar es una asignatura poco conocida.

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Fue una derrota con mala imagen, que recupera preocupaciones, por muchas genialidades que explique el míster. Fue el principal culpable del desaguisado de ayer.

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