Fue una derrota raquítica, pero no hay nada que objetar. Pudo ser más abultada. Gracias a Yáñez quedó en un exiguo 1-0 que no evitó la decepción de la 'Mareona'. El Racing, sin ser nada excepcional, tuvo más sentido.
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El Sporting es el reflejo ... de lo que se vio en El Sardinero, con un extraordinario portero, pero una defensa con un grado de fiabilidad dudoso, un centro del campo con escasas ideas y un ataque que funciona a su aire. En el deteriorado césped santanderino, el equipo gijonés se perdió en su propio desorden.
En la primera fase hubo cierto equilibrio, pero con más intensidad en el bando local, a excepción de Guille Rosas, uno de los pocos que pone raza en el juego. La parsimonia en la elaboración del fútbol rojiblanco era desesperante. Por eso les llegaban balones aislados a Dubasin, Otero o Gaspar, incapaces de brillar en la finalización, faceta en la que estuvieron torpes.
A Rubén Albés le falló el desarrollo de su dibujo táctico, quizá porque los 'artistas' que tiene no dan para más. Luego, en los cambios, tardó y no acertó. Ahogó a Gelabert en la banda y mantuvo a Nacho Méndez, quien no agiliza el juego. Estaba mejor Nacho Martín. El Sporting acabó demasiado desordenado. Fue un querer y no poder. O no saber. Por cierto, muy mal deben estar Maras y Róber Pier.
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