La visita del Éibar despierta una expectación especial por la trascendencia del partido para el Sporting. Es preciso el triunfo para mantener aspiraciones de meterse en el 'play off'. El encuentro es complicado, pero como todos. El conjunto armero también necesita ganar para no perder ... el tren del ascenso directo.
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El Sporting tiene buenos recuerdos de visitas del Éibar. En 1957 se celebró el ascenso matemático en un espectacular 7-1 y en 2008 se certificó el regreso a Primera con Preciado. Hace ocho temporadas, dos goles de Carmona y Jony encauzaron la permanencia.
En todos los casos, la historia no tiene nada que ver con el partido de mañana, que, como siempre que el Sporting necesitó apoyos, encontrará El Molinón lleno. En ese aspecto, tanto la planta noble como el vestuario pueden estar orgullosos del sportinguismo, no siempre bien reconocido.
Los 'artistas' empezaron a mentalizarse desde el martes del valor que tiene el encuentro en las calles gijonesas y en los focos futboleros de Asturias. Ramírez también mantiene un grado de ilusión, sin saber si será su último partido con el Sporting, detalle que piensa en cada confrontación. Una fórmula de confianza y optimismo es verse en Elda, como nadie duda de que así será. El míster suele tener revelaciones filosóficas en sus ruedas de prensa. Después sube el pan.
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Es tranquilizador que el estado físico de los jugadores rojiblancos ya sea bueno. En la tableta de los auxiliares del técnico canario no se vio ninguna debilidad de piernas, causa que el míster apuntó a los cambios de Leganés cuando su equipo se vio superado por el rival. También reina una excelsa cordialidad del míster con Djuka, sin secuelas de la discusión de Cornella que lo apartó de las alineaciones. Eso se llama ahora elección de 'perfil de jugador', por eso como ariete optó antes por un enganche como Zarfino, quien parece que vuelve a tener una rodilla chunga. No hay que preocuparse, porque para eso está Odín Vite. También es ilusionante que el entrenador haya comprobado que Guille Rosas ya sepa jugar de lateral. Lo logró gracias a su insistente trabajo mientras tragó banquillo varios meses a la sombra de Pascanu. Todos contentos, que es lo que se necesita en un momento tan crucial.
Al margen de anécdotas, explicaciones aclaratorias, repertorios guasones y disculpas antológicas, lo único que vale es ganar mañana a uno de los rivales más complicados. Ramírez no se verá sorprendido por el potencial del Éibar, elogiado en su comparecencia de viernes, aunque los armeros no parecen ser tan sólidos en las últimas semanas como debería reflejar el tercero de la tabla.
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Con El Molinón de gala todo es posible. Los chavales demostraron que saber jugar al fútbol, el rival conoce el ambiente que se encontrará y sólo falta que el míster se equivoque lo menos posible. Este es el partido del año y así hay que vivirlo.
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