La ingeniería financiera y la realidad

El ridículo por el 'caso Pedro' es más sonrojante de lo que parecía. El patinazo de la sanción de dos millones a pagar al Espanyol, por una negligencia de los ejecutivos del hólding mexicano, suma el millón y medio de euros que el Girondins no pagó y que es de muy improbable cobro.

Si se hubiera exigido un aval bancario en los importes aplazados no estaríamos ahora así. Con el 'traspaso' de Pedro, el Sporting perdió 1,3 millones de euros. El responsable de las negociaciones sigue en la nómina de Orlegi, lo mismo que los que se equivocaron con algunos fichajes que influyeron negativamente en la economía del Sporting (Bamba y Milovanovic, por ejemplo, 700.000 euros tirados), pero la genial solución fue prescindir de Tejada, cuando el jefe de Mareo es el verdadero lastre de lo que queda de cantera y de una eficiente administrativa que percibía 900 euros mensuales.

Las decisiones de los despidos, con un clima de tensión provocado en el ambiente de trabajo, fueron tan insensibles como incoherentes. Los dueños, que presumen de devotos y practicantes, quizá incluyan en sus rezos dominicales buenos deseos para las personas que dejaron en la calle. Sólo falta que la pasividad de los camaradas del comité de empresa tenga alguna gratificación extra como 'empleados del mes'.

También siguen en la 'planta noble' de Mareo, con la confianza de los mexicanos, quienes planifican un ejercicio con unas pérdidas de cuatro o cinco millones sin poner freno a gastos innecesarios. Alguna responsabilidad deberá tener David Guerra, presidente ejecutivo, en esta situación. La sumisión lleva al fracaso y al desconcierto.

Con Orlegi se llevan perdidos unos nueve millones euros en dos ejercicios en los que se vendieron a Manu García, Mariño, Gragera y Pedro. Este ritmo es insostenible, por mucha ingeniería financiera que se aplique. La situación económica es complicada, con reclamaciones de proveedores y acreedores.

El mejor maquillaje que se puede dar a las cuentas es con resultados deportivos favorables, como el que se espera de los 'artistas' en Riazor, pero la gestión precisa una dura política de choque, con una coherencia que no parece contener los dictados enviados desde México.