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El problema de las personas refugiadas, de las que buscan refugio huyendo de las guerras, del hambre, etc., no es un problema más y no ... es un problema nuevo. Según Antonio Guterres, alto comisionado de Naciones Unidas, se trata de «la crisis humanitaria más dramática a la que se ha enfrentado el mundo desde hace mucho tiempo». Este alegato del Secretario de Naciones Unidas fue dicho cuando comenzó la guerra de Siria, el país con más de 10 años de guerra, 6,5 millones de desplazados y 600.000 muertos. (Aunque hoy, sin embargo, apenas se informa de ello.)
Entonces para recibir a los posibles sirios exiliados se movilizaron a todas la instituciones, hasta los ayuntamientos. Recuerdo que en Gijón formamos varios grupos de trabajo par elaborar las medidas a tomar en todos los sectores, desde la sanidad, la vivienda etc, y hicimos una planificación detallada para asegurar una acogida digna a los posibles sirios que nos correspondiera en Asturias y en Gijón. Todavía tengo en los archivos del ordenador todo el trabajo de preparación inutilizado. El tema de los sirios pasó al olvido, y los planes de acogida quedaron en los archivos.
Actualmente, en el año 2023, más de 110 millones de personas se han visto obligadas a huir y buscar refugio. Las causas son diversas: guerras, hambrunas, el cambio del clima y la desigualdad social, etc., causas cada año más intensas numerosas.
En España, en 2023, hemos tenido 163.000 solicitudes de asilo, un récord histórico. Las peticiones se han incrementado un 82% en relación a 2022. Aunque España ha mejorado en la tasa de asilo, un 16%, sigue siendo inferior a la media europea, un 38%. En España las dificultades que tienen que superar para lograr solicitar el asilo son absolutamente vergonzosas. Para la solicitud les lleva entre 6 y 8 meses para conseguir que les den cita, solo un papel con su número para ser recibidos y poder exponer sus motivos y circunstancias por los que piden asilo.
Un aspecto de especial gravedad tanto por el número de muertos, cuanto por su forma de intentar el refugio, es el de los que perdieron sus esperanzas y sus vidas en el mar.
En Europa, en el mar Mediterráneo y en el Atlántico han muerto más de 4.000 personas buscando llegar a nuestro continente (sin contar los muertos desconocidos en el mar). En las aguas de Canarias murieron 1.109 personas.
Hoy en día,1 de cada 3 refugiados o migrantes que llegan a Europa es un niño o una niña (más de 290.000 en 2015).
Desde que comenzó la guerra en Siria ya hay más mujeres y niños en tránsito por Europa que hombres adultos. El 60% de los migrantes y refugiados que cruzan la frontera entre Grecia y la antigua República Yugoslava de Macedonia son mujeres y niños y el 36% de las personas que arriesgan sus vidas cruzando el mar entre Grecia y Turquía son menores, algunos de ellos –más de 500– ya sabemos que no llegaron o llegaron sin vida
La ruta de Libia y Túnez está siendo la más mortífera. Solo niños se cuentan más de 10.000. No existen números registrados… no se conoce el número de personas desaparecidas ¡no hay palabras!
La legalidad internacional se halla ahora sistemáticamente vulnerada por un buen número de países de una Unión que, hipócritamente, dice defenderla. Solo la política basada en los derechos de las personas representa una garantía de seguridad común. La historia del siglo XX ha demostrado, una y otra vez, que sin derechos no hay seguridad, sino abusos, violencia e inestabilidad, así como un incremento del poder de los traficantes y, por ende, de la ilegalidad y la muerte.
Hannah Arendt concluía así:
«Si ya no resulta válida la idea de la humanidad (de la igualdad humana), cuyo símbolo más concluyente es el origen común de la especie humana, entonces nada es más plausible que una teoría de las razas, predestinadas por naturaleza a la guerra entre sí hasta llegar a desaparecer de la faz de la tierra».
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