Las manos siempre están diciendo algo. Sobre todo las que nos apuntan con el dedo, menos los mancos, como dice cruelmente en su canción George Brassens, porque quieren y no pueden. Las manos es lo primero y acaso más difícil que tiene que saber manejar ... el actor, en el escenario y el plató. Se dice 'no sabe qué hacer con las manos', y antes el recurso era echar mano del pitillo. Los que hemos visto veinte veces 'Casablanca', también hemos visto a Bogart tragarse el humo de más de cien pitillos, en aquel local turbio de huidos y desesperados. Imposible rodar hoy una película como aquella. Las manos estaban todas ocupadas por los adictos a la nicotina, menos las del pianista Sam, que tocaba por mandato de Ilsa la canción de los recuerdos de París.
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Las manos lo dicen todo. El índice apuntándote es el puñal o cuchillo que quiere herirte. Reprimida acción de las hazañas de espadachín. Y los puños que se aprietan son el signo del estrangulamiento de aquel que odiamos. Siempre las manos. Las delicadas caricias del viento que están diciendo «mira, estas son mis formas para la intimidad cuando, si apetece, podría ponerlas sobre tu piel». Está en las manos el lenguaje del odio y del amor, del acercamiento y el desprecio.
Pero yo me he quedado sin saber lo que quieren significar las manos del presidente Biden cuando acarician la cintura de la esposa del presidente Sánchez, como se ve en las fotos. Al presidente Biden, aunque se le nota la decadencia, se le supone un buen número de asesores que lo pondrán al día de gobiernos y desgobiernos, de amigos y desleales. Vino a Madrid para juntar todas las manos, y hacer una gran muralla. Una muralla para frenar a Putin. Manos blancas, porque manos negras no había, que yo sepa, desde que se marchó Obama. Las manos negras simbólicas, las tiene el presidente Sánchez, en disimulo y tapadas en los congresos internacionales, como antes hacían con las imágenes en Semana Santa. País éste de manos lagartijeras, que lo mismo meten mano al dinero que no es suyo que a los senos de una dama en nido ajeno. Luego tuvimos que pagar entre todos el chantaje.
Uno a estas alturas ya solo acaricia con las manos los árboles, para recoger la energía de la tierra. Se quedarán los árboles, y los jóvenes que nos suceden; es ley de vida. Solo el dolor de que también pueda quedarse Putin. Y tantos hijos de Putin, que abundan, para seguir pensando en poner sus sucias manos donde no deben.
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