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Una mujer culta de mi tierra profunda me recordaba los dichos de su abuela: que si hubiera nacido 50 años antes la hubieran emparejado, como a todas las demás, en razón de la dote. Aquellas gentes no habían leído la carta de san Pablo ... a los efesios. La que dice que «así como la Iglesia está sometida a Cristo, de igual modo debe estarlo la mujer al marido». Siguiendo el consejo paulino, y con la anuencia del santo varón que bendecía la boda, la mujer era entregada con su dote por acuerdo de familias. Sometida al marido, pero también a los suegros, dejaba pasar el tiempo con mejor o peor fortuna, hasta que las muertes cambiaban el ciclo y la esclava pasaba a ser dueña. El hijo mayorazgo traería luego a la casa otra nuera que esclavizar. De esas costumbres hemos nacido muchos, en tierras olvidadas donde ser mujer era un castigo. Lo era, en realidad en todo el orbe. Y lo sigue siendo, porque no puede aplicarse la palabra libertad cuando existe la mínima atadura. De aquellas tierras, no obstante, salieron mujeres de excepcional enjundia, que se anticiparon a esos consejos que hoy dan a las niñas de optar por la ciencia. Matutina Rodríguez Álvarez, de Besullo, se licenció en medicina en los años 20 del siglo pasado, siendo una de las primeras mujeres médico en España. Se especializó en pediatría, y fue directora del Instituto Provincial de Puericultura. Hermana de Alejandro Casona, y esposa del también pediatra Antonio Torner, apenas ejerció la medicina. Según escuchaba a terceros, algunas doñas de Oviedo retrocedían con el niño en brazos al ver a una mujer con el fonendo. El machismo no es solo cosa de hombres.
Cien años después de aquella pionera de la medicina, las cosas han cambiado mucho, pero no lo suficiente. Las mujeres celebran su día reivindicativo mientras escribo este panfleto. Me encuentro solo, en esta apartada orilla de Castiello, viendo florecer los perales. Rodeado de mujeres, en la distancia corta y larga, y llorando de vez en cuando por una mujer. No se sabe cuánto amas hasta que pierdes lo amado. Por eso, quiero remendar las injusticias del pasado mirando a mis mujeres, dos hijas y cuatro nietas, que me salvaron y me salvan de la soledad y la ruina. Me hicieron vivir un día de película, precisamente en Los Ángeles, viendo graduarse de ingeniero (no de ingeniera), en la misma universidad donde estudiaron Neil Angstrom y John Wayne. Las vi levantar trofeos deportivos, y también puse el hombro para que se apoyaran con lesiones graves.
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