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Algunas noticias a veces se vuelven rebeldes a las palabras o uno se convence de que no hay suficientes en el diccionario para expresar todo lo que se quiere decir. Hoy concretamente me resulta imposible escribir, y menos creer, que mi gran amigo, buen colega ... y excelente persona Canal ha muerto, que ya no podremos pasarnos horas al teléfono comentando la actualidad y poniéndome al día, especialmente en mis ausencias en el extranjero, de lo que sucede en Gijón, en Asturias y enseguida en España, en Europa y en la cultura y la política internacional.
En los toros, sobre los que era un aficionado y excelente cronista, no, porque nuestros gustos e intereses eran casi tan discrepantes como cuando hablábamos del Sporting y el Real Oviedo. Siempre hay excepciones en los gustos. Por lo demás, le reconozco a José Antonio Rodríguez Canal, que acumulaba unos conocimientos variados que siempre convertían las conversaciones en una verdadera clase sobre la actualidad más variada, que él seguía, una capacidad para el análisis innata, una claridad asombrosa.
Echando la vista atrás, Canal fue sin duda uno de los miembros más destacados de la generación de periodistas asturianos que formaban entre otros José Luis Balbín, Graciano García, Juan de Lilo, Ramón Sánchez Ocaña y en la que me auto incluyo como intruso que se benefició del ejemplo de todos.
Canal era el colega de Gijón, el gijonés militante que nunca quiso cambiar ni de ciudad ni de periódico -EL COMERCIO era una buena parte de su vida-, para ampliar la geografía de sus éxitos: sabía muy bien que para hacer buen periodismo y prestar el mejor servicio social a sus conciudadanos nada mejor que compartir con ellos los avatares cotidianos, lo mismo en los momentos alegres y optimistas que ante los problemas y las desgracias. Nadie como él sabía administrar el elogio con la crítica.
Esto le convirtió en un maestro del periodismo local, en mi opinión el más difícil dadas las exigencias y contradicciones de la proximidad, en cuyo desempeño consiguió el imposible de ganarse la amistad de todos sus lectores, la gratitud de una ciudad -cuyo nombre llevará siempre unido a su apellido-, el respeto de sus superiores y subordinados en la Redacción y el cariño junto a la admiración de cuantos hemos disfrutado de su amistad. Canal ha muerto, cuesta asumirlo, pero su nombre y su obra queda en nuestro recuerdo para siempre.
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