Madrid, tan lejos
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Tan cerca del cielo y tan lejos de Asturias. Para la política de Madrid, demasiadas veces, España acaba en la Castellana. Aliviada la angustia de la pandemia, los políticos de la capital regresan a sus rutinas y a sus peores hábitos. Sin más urgencias que ... los propios intereses, una amnesia territorial selectiva y un sentido tan jerárquico de las competencias que las quejas nunca llegan arriba mientras las órdenes caen como piedras por la escalera de la administración. Y en el último escalón, los alcaldes acaban descalabrados. Durante toda la crisis, los ayuntamientos han sido el dique de contención de las necesidades, los encargados del orden y los chicos para todo ante los imprevistos. Pero en cuanto Madrid abrió sus bares, los intereses de los alcaldes han quedado para la próxima reunión, el vuelva usted mañana de la cortesía política. Gijón y Oviedo se han quedado sin presupuestos a la espera de que los prometidos fondos europeos sean algo más que una expectativa y las promesas de ayuda del Gobierno pasen de las palabras a las cuentas. Los alcaldes de ambos municipios, que poco tienen que ver en su manera de ver las cosas, se han resignado a prorrogar sus cuentas. De momento, su prioridad será la política del remiendo, una modificación presupuestaria para cada agujero de la crisis. Sus proyectos se harán si los ahorros alcanzan o el Gobierno central espabila.
La crisis que sufrimos y la que está por venir, que se intuye aún peor en lo económico, ofrece un parapeto idóneo para justificar la cicatería estatal. La estación de Gijón, el futuro de la fábrica de armas de Oviedo, los accesos a El Musel o el plan industrial de Avilés deben esperar a que la administración afronte las necesidades sociales más urgentes. La falacia de lo emocional funciona siempre que la realidad no la desmienta a gritos. Los alcaldes asturianos están convencidos de que reactivar los principales proyectos de sus ciudades ayudará a capear la crisis, aliviar el paro e iluminar un futuro oscurecido por la pandemia. ¿Serán ingenuos?
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