Durante años adquirí la carne en la misma carnicería, pero esta semana, cuando fui a hacer la compra, un enorme cartel de 'se alquila' presidía el escaparate, habiendo sustituido a las pequeñas cartulinas que antes anunciaban los productos y sus precios. Aunque la carnicera, una ... mujer más cerca de los cincuenta años que de los sesenta, ya me lo había advertido, no pensé que el cierre del negocio iba a ser tan rápido.

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No sólo es la carnicería: hace un par de meses ocurrió lo mismo con una tienda de ultramarinos en la que vi cómo un padre y su hija hicieron todas las horas, y más, intentando sacar adelante su negocio, que no les duró más de tres años. Y eso a pesar de hacer jornadas de doce o catorce horas, sábados y domingos incluidos.

En los dos negocios lucharon por sobrevivir, pero no les resultó posible; leyeron y escucharon todo tipo de mensajes respecto a las facilidades para que las personas emprendedoras (las autónomas de toda la vida) pudiesen montar su negocio y vivir de él dignamente, pero al menos en estos dos casos, y conozco más, eso, no fue posible.

Uno a uno van cerrando todos, y sin embargo cada vez hay más supermercados que se llevan 'la parte del león' en los gastos alimentarios de la ciudadanía. Pero esto no sólo ocurre en Asturias o en España, en todos los países desarrollados se da la misma circunstancia.

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Los dueños del mercado, nunca mejor dicho, determinan qué se vende y cuáles son los precios. Los locales, todos con el mismo estilo arquitectónico (si alguien se atreve a llamar a esos mamotretos arquitectura), pero con un diseño apropiado para que las personas compren, colocan en las estanterías, por una parte, productos que se caracterizan por su escasa calidad y, por otra, al lado de los alimentos aparecen en pequeños cartelitos los precios que no son fáciles de distinguir, pero que, siempre, son caros.

Son estas compañías, todas ellas con un buen número de supermercados en las ciudades, quienes deciden lo que se come y lo que se paga y ante esto la población, pese a alimentarse mal, calla y eso, aunque alguien lo llama vida, no deja de ser supervivencia ¿Hasta cuándo?

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