Veo a través de internet unas imágenes de distintas ciudades de los Estados Unidos, en las que se aprecia cómo cientos de miles de personas malviven en las calles sin poder acceder a una vivienda.

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No es este reportaje el único que se puede contemplar ... en la red, son innumerables e, insisto, están al alcance de cualquiera que tenga interés en verlos. No se habla en ellos de personas con adicciones a las drogas o algún tipo de consumo, sino de personas que por unas u otras razones se han quedado en el paro, o de otras que, aun teniendo un empleo, sus salarios no les dan para comprar una vivienda o ni siquiera para poder alquilarla.

Quienes tenemos una 'cierta edad' siempre oímos decir que lo que sucede en EE UU veinte años después acabará pasando en España, y en este caso parece que esa premonición se va cumpliendo, sólo que en menos tiempo de lo que se anunciaba.

Como para dar veracidad a esta aseveración, este pasado domingo podía leerse en EL COMERCIO un detallado artículo firmado por Ana Moriyón, en el que hace hincapié en 'El sinsentido de la vivienda en Asturias: 100.000 pisos vacíos y alquileres disparatados'.

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Pese a que la Constitución española, de 1978 recoge, en su artículo 47, que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada», el paso del tiempo ha demostrado que esa frase no fue sino un brindis al sol, ya que en este país se vino primando la especulación y favoreciendo a fondos buitres y a grandes inversores que tuvieron claro que la vivienda era, y es, un gran negocio para ellos, olvidando que era, y es, una necesidad para la mayoría de la población.

Esto es lo que hay, dicen, pero se puede cambiar, que nadie lo dude, porque es necesario y justo. Sólo hay que ponerse, entonces, a ello.

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