Saludo en el autobús

No es baladí hablar aquí ni de la hora ni del lugar en el que finalizaba el trayecto, ya que la mayoría de quienes se encontraban con la cordialidad de la empleada municipal eran personas que volvían de sus actividades y a quienes se les notaba el cansancio acumulado en el cuerpo y en el alma.

En tiempos de tanto ruido y crispación creo que la mayoría de las personas agradecemos actitudes de este tipo, que, seguro, no resuelven las preocupaciones y los problemas, pero que es indudable que ayudan a soportarlos. Y deben ser todavía más valoradas cuando quien las pone en práctica está llevando a cabo un trabajo complejo, con largas jornadas laborales y no siempre bien comprendido por quienes usamos el transporte púbico.

Cada vez más la ciudadanía asiste perpleja a los debates que desde diferentes estamentos e instituciones ocupan a quienes deberían de representarla y que, sin embargo, poco o nada tienen que ver con sus problemas cotidianos. Esos que nos obligan ya desde que salimos de casa a estar con el escudo puesto, para defendernos de las mil formas de estafa a las que se nos somete. Y todo ello en medio de una agresividad cada vez mayor.

Por eso lo que trato de resaltar aquí es cómo desde cualquier puesto, y en cualquier lugar, se puede contribuir a construir una sociedad más sensible, más humana, que es lo que el otro día hizo la conductora del autobús, por lo que se le deben dar las gracias.