Estoy convencido de que ninguna persona con un mínimo de sensibilidad podría aceptar como normal el que treinta personas mueran, cada día, en una ruta pensada previamente para escapar del infierno en el que se había convertido su vida.
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A las miles de muertes que ... desde hace años vienen produciéndose en el mediterráneo, convertido hoy en el más grande cementerio del mundo, de un tiempo a esta parte hay que añadir una nueva vía, en este caso en el atlántico, que participa en esa carrera indigna por acoger el mayor número de cadáveres y que ya es conocida como «la más letal a nivel mundial». Muchas personas de las que leen estas líneas conocen el libro, escrito por John Steinbeck titulado Las uvas de la ira, describe en ella la Ruta 66 en los Estados Unidos, una carretera utilizada por los emigrantes que buscaban la manera de sobrevivir en los años de la 'gran depresión'.
No solamente el premio Nobel inmortalizó la ruta en su novela, también músicos y cineastas crearon algunas de sus obras a partir de la Ruta 66.
No parecen contar con el favor de los intelectuales de hoy que guardan, mayoritariamente, silencio quienes utilizan esa ruta atlántica que yo llamo 30 por el número de personas que en ella mueren cada día, y los que consiguen llegar, de los que tampoco se habla, no suelen encontrar. En Europa, el paraíso en la tierra.
Hace poco más de un mes un chaval de 16 años, siguiendo la estela de muchos miembros de su familia se subió a un cayuco en una playa de Senegal pero, lamentablemente, no consiguió llegar a ningún puerto, es sencillamente, uno más de los ahogados en la Ruta 30.
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Sin embargo el fin de la historia está por escribir y posiblemente sean estos supervivientes del dolor, de la amargura y de la muerte quienes digan la última palabra.
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