Todos los años, y este no iba a ser diferente, surge en este país el debate acerca de la subida del Salario Mínimo Interprofesional y también todos los años, y este tampoco iba a ser diferente, el desencuentro es claro y el acuerdo no parece ... posible.

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El ministerio propone una subida de un 4% que a la patronal (CEOE) le parece excesiva, y acusa al Gobierno de populista y de intentar aplicar al empresariado un correctivo con este incremento, mientras que los sindicatos, de momento, guardan silencio.

Tampoco es una novedad que el mundo empresarial insista en que en caso de producirse esa subida muchos negocios deberán cerrar porque no soportarían ese aumento salarial. Sin embargo, desde 1985, que yo recuerde, el SMI ha ido subiendo año tras año y ninguna empresa se ha descapitalizado ni se ha visto obligada a cerrar por esa causa.

No deja de llamarme la atención, en todo caso, el mayoritario silencio que rodea al más de un millón de personas para quienes esa subida no sólo es importante por lo que puedan cobrar, sino también por lo que tengan que dejar de pagar.

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Ese número de personas es el que cada año, y va en aumento, se ven obligadas a pagar deudas contraídas con la banca o con otro tipo de fondos, cada vez más numerosos, y que ante la imposibilidad de hacer frente a las mismas por parte de los deudores se acaban apropiando de bienes y propiedades.

Pero hay un artículo en el Estatuto de los Trabajadores (el 27.2) que dice que «El Salario Mínimo Interprofesional tanto en su cuantía anual como mensual es inembargable».

De ahí la importancia de la cuantía del Salario Mínimo para que la usura y la avaricia de unos, no acabe con la vida de otros.

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¿Se imaginan, entonces, quienes son los que más se oponen a la subida? Estoy seguro de que han acertado.

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