Comentábamos un grupo de personas una noticia aparecida estos días en los medios informativos, en los que se afirmaba que, según un informe de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, casi 40.500 personas murieron en España el pasado año, mientras ... esperaban que las llamasen desde la correspondiente institución sanitaria. Y a esas 40.447 personas fallecidas hay que añadir las, aproximadamente, trescientas mil que continuaban en listas de espera. No hay informe que se haya dado a conocer en los últimos tiempos en el que no quede patente el deterioro brutal que ha sufrido la sanidad en este país, en el que a las listas de espera hay que añadir el destrozo que se percibe en la atención primaria. Y para confirmar esa percepción aparecieron en la conversación experiencias ocurridas esta misma semana a algunas personas de las que participaban en la misma.

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Una de ellas llamó para pedir consulta al médico de cabecera un martes, y le dieron cita para el martes siguiente. Otro caso: llamó el lunes para decir que está enfermo y que necesita que lo vea el médico y la respuesta es que lo llamarán por teléfono hoy, viernes. Un caso más en un centro de salud: una amiga nos cuenta que después de haber tenido que esperar una hora y treinta y cinco minutos para que la atendiese un doctor que previamente le había dado la cita, decidió abandonar la consulta.

Entre las listas y las salas de espera, el único hecho cierto es que las personas enfermas pasan mucho más tiempo del que sería razonable esperando. Pero, atención: curiosamente, a nadie de quienes participábamos en la conversación se nos ocurría criticar al personal sanitario, al que percibimos desbordado por un trabajo que, como siempre, intentan llevar a cabo de la mejor manera posible.

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