Entre dos mares

No deja de llamar la atención que tras la muerte en el Mediterráneo de una cantidad tan importante de hombres y mujeres, que resulta imposible de cuantificar, ahora sea el Canal de la Mancha el nuevo cementerio marino para esos migrantes que, entre dos mares, buscando la vida acaban encontrando la muerte.

Quienes consiguieron llegar a Europa evitando que sus cuerpos sirviesen como alimento para los peces pensaron que atravesar el canal sería más fácil, y más rápido, que los angustiosos días, con sus correspondientes noches, que sufrieron en las pateras y cayucos en los que desde alguna playa africana arribaron a las costas europeas. Pero, desgraciadamente, pudieron comprobar que tampoco este otro mar iba a resultarles propicio.

Tengo claro que para quienes viven la llegada de estas personas (pienso ahora en Canarias y especialmente en la Isla del Hierro), la presencia de migrantes debe de resultar muy difícil de sobrellevar, pero a quienes les corresponde tomar medidas parecen tener más empeño en culpabilizarse entre ellos que en buscar soluciones.

Y mientras esto ocurre en España, y en Europa, «Israel ofrece a migrantes y solicitantes de asilo, mayoritariamente africanos, emplearse como mercenarios en Gaza a cambio de permisos de residencia».

Unos países impiden la llegada de migrantes para trabajar, pero otros los aceptan para matar y así es este mundo que, entre la acción de unos y el silencio cómplice de otros, vamos construyendo.