El Consejo de Ministros aprobó esta misma semana la Ley de Servicios de Atención a la Clientela, una disposición que incluye, entre otras medidas, que en conversaciones telefónicas con una compañía no se podrá esperar más de tres minutos para ser atendidos y también que ... en llamadas, a través del teléfono, las empresas tendrán obligatoriamente que atender a los clientes con personas y no solamente con máquinas.

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La ley aprobada este pasado martes llega tarde, ya que en la pasada legislatura, y pese a contar con mayoría en el Congreso (sólo Vox se abstuvo) no se pudo tramitar y ahora se hará de urgencia, ya que los fondos europeos así lo exigen. Pero, al fin, llega.

En más de una ocasión, y estoy seguro que a quienes leen estas líneas también les habrá ocurrido, acabé teniendo que colgar el teléfono tras una espera insoportable a ser atendido o decidí cancelar la llamada, al comprobar que al otro lado de la línea mi interlocutor era una máquina con la que me resultaba prácticamente imposible entenderme.

No deja de llamar la atención que esta nueva ley, que será de obligado cumplimiento para las grandes empresas –y para aquellas que, aun teniendo un tamaño menor suministren a la población servicios telefónicos, luz y agua, transportes, correos y finanzas– no se vaya a aplicar a la Administración.

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Es posible que, como se afirma desde algunos ámbitos, la ley nazca 'con poca ambición' y que, también, como dice la sabiduría popular, 'la banca siempre gana'. Y esa expresión aquí hay que extenderla también a los nuevos poderes económicos.

En todo caso, es evidente que en una sociedad verdaderamente democrática este es un paso más que necesario y que ayudará, sin ninguna duda, a una parte muy importante de la sociedad, la más vulnerable, por lo que debemos felicitarnos.

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