Urgente La familia García Vallina pone a la venta TSK

Esta misma semana, en todas las ciudades del país puede percibirse un cambio en el paisaje urbano: a determinadas horas los autobuses reciben a centenares de niños y adolescentes que a primera hora de la mañana se dirigen a los colegios e institutos y regresan ... a casa coincidiendo con la comida.

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Es la misma chavalería que a lo largo del verano llenaba también los transportes urbanos, pero la actitud y el propio lenguaje no verbal resaltan la diferencia entre los trayectos hacia playas, fiestas y lugares de diversión y este itinerario de ahora, en busca del conocimiento (la educación es otra cosa).

En cualquier caso hay un elemento común entre quienes se amontonaban en las paradas en julio y agosto y quienes lo hacen ahora, en estos primeros días de septiembre, y es la utilización de los teléfonos móviles, que antes y ahora son el más fiel compañero de esta juventud confusa, desesperanzada, quizás, y siempre soñadora.

En España el 15,6% de la población tiene menos de 16 años y las perspectivas de futuro para esos millones de chicos y chicas no parecen presentarse muy halagüeñas. Sin embargo, pese a los informes, noticias y discursos que cada día atemorizan a la actual generación, todas y cada una de las que la antecedieron se encontraron con dificultades que fueron capaces de resolver. Esta, por tanto, no va a ser menos.

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No es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor, sólo fue anterior, y entonces la adolescencia, igual que ahora, era complicada y difícil, pero se sobrevivió a ella y, como dice el tango, «el mundo sigue andando» y continuará haciéndolo. Y ese alumnado que camina estos días por las calles, con las dosis justas de aturdimiento y jovialidad, conquistará, seguro, sus sueños. Y si no, al menos, no se entregarán y pelearán por ellos.

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