Escucho a Pepe Álvarez, secretario general de la UGT, arengando marxistamente a las masas proletarias: «Nos dicen que vamos a entrar en crisis, en recesión. Quieren que no pasemos bien el verano. ¡Que se vayan a hacer puñetas! Vamos a disfrutar del verano porque es ... nuestro y nos lo hemos ganado». Hay que reconocer el salto modernizador que ha dado el sindicalismo español, que en apenas una generación ha pasado de Marcelino Camacho a King África y de las huelgas revolucionarias al martini con gambas a la plancha. Ni que decir tiene que yo estoy muy de acuerdo con Pepe y especialmente con sus fulares y pañuelos, que han puesto un toque de color muy necesario en la negociación colectiva. Unai Sordo es mucho menos fashion y no digamos Garamendi, que parece a punto de venderte una impresora en El Corte Inglés. Las mesas negociadoras han ganado ambiente con Yolanda y con Pepe, hay que decirlo.

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Este verano, a tenor de los discursos que estamos oyendo, nos será muy fácil identificar las clases sociales en las playas españolas. Si ustedes ven a un tipo que va engarzando sin descanso raciones de chopitos, comilonas y gintonics, gastándose un pastizal en sandalias y bañadores de colores rechiflantes y permitiéndose incluso algún garbeo en yate a lo C. Tangana, ese será seguramente un trabajador del metal afiliado a la UGT. En cambio, si se encuentran con una persona pobremente vestida, que vive en un cuarto apenas alumbrado por una bombilla y entra al supermercado a coger vino en tetrabrik, latas de conserva y botes de garbanzos de marca blanca, ténganle piedad: será un empresario, puede que el propio Garamendi, acumulando comida para pasar el invierno.

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