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Desde luego, esta quinta ola de la pandemia no tiene nada que ver con las anteriores. Más que nada, por cómo se está combatiendo. La imposición de restricciones es, en el peor de los casos, bastante más suave que las conocidas hasta ahora. Miren si ... no lo que estamos viviendo en el Principado. El pasado lunes entraron en vigor las medidas del sistema cuatro plus -máximo nivel de riesgo por coronavirus- en ocho concejos. Hasta ahora, como digo, esto siempre implicó limitaciones en la libertad de movimientos (cierres perimetrales de ciudades), además de una clausura parcial o total en ciertos sectores (normalmente, la hostelería). La medida estrella planteada desde la Consejería de Salud era restablecer el toque de queda. Es decir, que no se pudiese pisar la calle entre la una y las seis de mañana, salvo por causa justificada. Sin embargo, no fue aprobada por el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA). La Justicia consideró que era un «sacrificio grave» para la libertad de circulación que debe contar con una «motivación reforzada». Algo que, a juicio del tribunal asturiano, «no consta» en los informes aportados por el Principado. Tenemos, pues, un nuevo cuatro plus muy (pero muy) light. Yo diría que, al no haber entrado en vigor el toque de queda solicitado, prácticamente ni se ve ni se nota.
De hecho, lo único que vio bien el TSJA es la limitación a las reuniones sociales. Lo cual, bien es cierto, siempre fue muy sui géneris. ¿Cómo se puede controlar que en los domicilios y espacios privados -auténticos focos de contagio- no se superen las seis personas? Realmente, es imposible y por eso se habla de recomendación, en ningún caso de obligación. A la vista está, por tanto, que esta quinta ola ha cambiado la forma de afrontar la pandemia. Primero, porque nos ha sorprendido en pleno verano y con cierto aire de vuelta a la normalidad. Si recuerdan, siempre se dijo que el virus era menos efectivo en cuanto subieran las temperaturas. Esta vez, no. Segundo, pese a que no es necesario llevar la mascarilla en los exteriores, la gente sigue usándola igual. Dicho en otras palabras: no se fía. Y tercero, las administraciones no están por la labor de prohibir. Hacen tímidos intentos mirando siempre de reojo a los tribunales. Temen el coste de imponer medidas a una población cansada que, pese a los inmensos esfuerzos realizados, sigue viendo como las olas vienen y van. Sin duda, se impone la vía light.
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