Estando tan próximas las elecciones que decidirán quién o quiénes gobernarán España en el próximo cuatrienio y conociendo un poco las peculiaridades del concejo de Oviedo, me atrevo a hacer unas reflexiones, puramente personales y hasta alejadas de los conocimientos de manual que pueda tener, ... quizá no excesivos, sobre esta materia. Hablo por experiencia y por lo que llevo décadas escuchando en la calle y más que nunca de cara a estos comicios.
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Una afirmación incierta en nuestro sistema electoral, proporcional con listas cerradas y no personalista y mayoritario, es que, en el ámbito local, el tirón de quien vaya de alcaldable es decisivo. Incluso hay quien añade que, sobremanera, en los municipios pequeños. Verdad a medias, que, como todas, a veces supone doble inexactitud. Primero porque no creo que nadie dude –y por ahí han ido y van los tiros de la derecha– que estas Generales se quieren plantear como un plebiscito a la política y los pactos de Pedro Sánchez. Y, segundo, porque el voto por confianza personal en una señora o señor, no es exclusivo de ámbitos rurales, ni mucho menos. Tenemos, en el Estado y en la Comunidad, poblaciones importantes –incluso alguna capital de provincia– donde, aunque se presuma una sensibilidad conservadora, hay regidores en los que se confía, pese a ser manifiestamente de izquierdas. A veces es un voto sincero y otras es tras un señuelo de un demagogo. Yo recuerdo –y de eso algo sé– a gentes de proveniencia o identificación socialista que hablaban con arrobo «del mi Gabino» y lo votaban, pese a Villas Magdalenas, Asturcones o Calatravas. Lo narraron magníficamente David Remartínez y Gonzalo Díaz-Rubín.
Por eso, pese a las tópicas comparativas que se hacen cuando se votan dos ámbitos a la vez, que la lista autonómica pueda tener más sufragios que la municipal (o a la inversa) es lo más normal. Aquí felizmente, no se vota a la búlgara. Y es lógico que se conozca más, para bien o para mal, a quien lleva cuatro años gestionando, como fue el caso de Barbón o de Canteli en sus respectivas Administraciones. Urna, distinta, voto diverso en un porcentaje no muy alto, pero lógico.
Es cierto que hay personas –y barrios–, caso de la llamada «zona nacional» en el centro de Oviedo o del socialismo inquebrantable de Olloniego, donde hay una conciencia de clase que, inexorablemente se plasma en la papeleta, que casi se puede llevar plastificada. Y eso, aunque, en privado, especialmente en círculos clasistas, se critique alguna política o la escasa finura de algún candidato. Pero se lo vota. Es la mítica frase de Roosevelt, en relación a dictador nicaragüense Somoza, cuya veracidad ahora se cuestiona. Con tal de que no gobierne el otro, se vota a un maniquí o a la cabra de la Legión.
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Y claro, en un sistema de partitocracia, que parece retornar a un bipartidismo imperfecto, porque las mayorías absolutas parecen ya poco realistas, el papel de las organizaciones y los puestos de mando es fundamental. No tanto la campaña, como la promoción de los candidatos y la búsqueda de calado de sus mensajes. Y, sobre todo, el conocimiento del territorio y del paisanaje. Desde Madrid no se puede conocer lo que preocupa en una minúscula población donde, curiosamente, el mensaje nacional puede hasta crispar y pongo el ejemplo de los temas ambientales, tan polémicos, lamentablemente, dado que la amenaza del planeta se ve ya por debajo de la puerta. Y lo mismo sucede con las decisiones regionales sobre los concejos, cuando no se ha entrado in situ en los sentimientos del vecindario. Ya lo he escrito en otra ocasión, pero, por ejemplo, los resultados de Castropol –concejo que asumió en dos ocasiones históricas la capitalidad administrativa de Asturias–, visto lo visto, sólo podían ignorarse por profanos al territorio. Y ese es un botón de muestra aquí mismo. Hay miles en España, porque los estrategas y fontaneros de los partidos son humanos y se equivocan. Aunque de todo debería aprenderse.
Lo que sí es novedad el 23 de julio es el tantas veces manoseado «recuerdo de voto». Esta vez, sí. Menos de dos meses entre votaciones sí aproxima la igualdad en las candidaturas a elegir, porque no ha dado tiempo a que los que se acaban de elegir metan la pata ni a que, los que no han ganado, seduzcan con sus propuestas opositoras. Aunque, como creo que todos pensamos, se ha orientado claramente la campaña en marcha a un sí o un no al actual Presidente del Gobierno.
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