Hemos pasado casi toda la semana con exhibiciones, desfiles, juras de bandera y un buen número de actividades de corte castrense, que, aunque localizadas en Oviedo y Gijón, han tenido eco, de diana a retreta, en toda Asturias. Que dentro de la orientación descentralizadora de ... los últimos años la Semana de las Fuerzas Armadas haya tenido al Principado como escenario, es un hecho relevante; máxime cuando no pocas ciudades aspiran, por motivos sentimentales o económicos, a acoger estas celebraciones con presencia multitudinaria de uniformados y técnicos, como bien sabe nuestra hostelería.
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Lo de salir de Madrid, donde ya hay ocasión de ver marcar el paso a la tropa el 12 de octubre y en otras ocasiones regias, me parece muy bien y supone hacer tangible el tópico del acercamiento de los ejércitos a la sociedad, que normalmente es callado y en lugares, a veces, muy alejados. La vinculación a la festividad de San Fernando viene de antiguo y, hasta no hace tanto, cuando soldados y marinos recorrían la Castellana no poca gente, no necesariamente nostálgica, seguía hablando del 'Desfile de la Victoria'. Hoy el único triunfo a celebrar es la paz, pese a que la guerra está en los linderos de Europa y esta no tenga un ejercito propio, como venimos reclamando desde numerosos foros europeístas.
Sé que, entre el pacifismo, hay quienes manifiestan su oposición a estas exhibiciones y no pocos ciudadanos a los que no les incentiva el ardor guerrero. Pero es una realidad respetable, aunque, como ha ocurrido aquí, se creen problemas de tráfico y movilidad o se lleguen a condicionar, como ocurrió en Oviedo, fiestas locales pluricentenarias, Aunque lo que aguó la fiesta, antes que nada, fue la lluvia de este poco grato mes de mayo.
Pero enlazo con el título: mostrar las entrañas de lo público, aunque sea con tono festivo, está bien. Es una muestra de transparencia, siempre que no se quede en apariencia. Ocurre con las jornadas de puertas abiertas en las instituciones (como nuestra Junta General del Principado), en archivos o museos... O como las semanas de la ciencia, de la mujer en la investigación y tantas otras.
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Yo iría más allá y prevería días participativos en todos los sectores de la Administración y en todos los servicios de competencia de cada entidad. La sanidad, los servicios sociales, los transportes –que son mucho más que el anhelado AVE–, el agua, los tributos, el tráfico, las jubilaciones, la educación y las salidas profesionales… Se me dirá que hay campañas divulgativas y que muchas universidades dan información a los potenciales matriculados. Pero todo es poco y requiere de grandes dosis de coordinación. Al cabo, información es poder y todos queremos 'empoderarnos', por utilizar un término del que ahora se abusa.
El Estado ya no es sólo un aparato represivo y bélico, sino un dispensador y regulador de prestaciones. Por tanto, debe exhibir sus medios y sus logros, haciendo partícipes a quienes no sólo somos votantes cada cuatro años, sino que debemos formarnos opinión política día tras día. La censura justa y la preferencia fundada de opción ideológica, deben conformarse desde el conocimiento. En ese sentido, la gestión pública no presencial (incluida la atención sanitaria), no es precisamente un avance. Hasta antes de la pandemia, en muchos organismos y oficinas públicas teníamos una gran facilidad de entrar, preguntar, escuchar, conocer las razones, los medios, los plazos de atención. Ahora, con las redundantes 'citas previas', eso ha pasado a la historia. Muchas veces, demoras al margen, en la atención telefónica tenemos que hacer una profesión de fe para creer que el internista que está al otro lado de la línea sea realmente el facultativo y no alguien que, como en la canción de Aute, 'pasaba por aquí'.
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En suma, que me parece bien conocer las tripas de toda la organización que, con nuestros impuestos, financiamos. Pero más importante que las vestimentas de gala o las piruetas aéreas es conocer el día a día de lo que se hace en traje de faena, que decíamos los dinosaurios que hicimos la mili y supongo que sigue diciéndose entre la soldadesca profesional. Algo parecido a lo que inquiren muchos turistas de medio mundo cuando visitan palacios monumentales como El Escorial o La Granja: ¿Y las cocinas?
Pues eso: la ciudadanía debería poder desfilar y entrar hasta la cocina.
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