Santos Coronas y el Clarín jurista

Pero, en este año en el que, forzadamente, a propósito de los 140 años de La Regenta, se quiere honrar a Clarín, tras no pocos silencios y algunos hechos incalificables, no está de más traer a colación el excelso estudio de Santos Coronas 'Leopoldo Alas (Clarín), jurista: su programa razonado de Historia General del Derecho Español', publicado en el Anuario de Historia del Derecho Español, en 2002. Un trabajo de 54 páginas para el que contó con documentación original e inédita, salida de mi casa materna, antes de que, ocho años más tarde, mi hermana Ana Cristina y yo depositáramos, para conocimiento y estudio de cualquier interesado, el legado clariniano en la Biblioteca de Asturias.

Apenas se conoce a Clarín como lo que era su oficio: enseñante de Derecho. A lo más, se sabe de su tesis, dirigida por Giner, sobre 'El Derecho y la moralidad' o, por supuesto, de su vibrante Prólogo a La lucha por el Derecho, de Ihering, traducida por su casi hermano Adolfo Posada. Hace años, asistiendo a una tesis doctoral en el Aula Magna del edificio histórico de nuestra Universidad, un admirado profesor, romanista, se congratulaba de estar en la Facultad de Clarín, aunque, afirmó, éste no hubiera descollado como jurista. Grave error que me atreví a aclararle porque, hace siglo y medio, no existía la obsesión de publicar a toda costa para promocionar u obtener sexenios de investigación. Los coetáneos de Alas lo pueden acreditar con su exigua obra, a salvo auténticos gigantes como el citado Adolfo Posada. Pero los pocos textos de Clarín, a caballo entre la filosofía, la historia y la formación romana de las instituciones, es sobresaliente. Lo bueno si breve… y lo afirmo ahora, cuando hay una verdadera obsesión por publicar, a poder ser en medios de impacto y 'en abierto' y no es oro todo lo que reluce.

Santos Coronas fue más allá y escrutó su Programa General con pulcritud y un inigualable conocimiento de la época y las doctrinas al uso. Tuvo a su alcance, lo que creo que es un tesoro, incluso los apuntes de clase del Clarín doctorando, en Madrid, tomados a grandes maestros del krausismo.

En fin, con estas líneas, quiero recordar, con mi vieja amistad e imperecedera admiración, al amigo, ejemplo de profesor y luego compañero en el Ridea y en la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia. Pero también a quien, en estas celebraciones 'regentianas' no debe olvidarse por la originalidad y brillantez de su estudio sobre Alas Ureña como estudioso del Derecho. Un Derecho que –con excepciones como el tedioso y burocrático Derecho Administrativo– no sólo le atraía, sino que le suponía un gasto importante, en la librería Martínez desde donde –ahí están aún algunas obras muy caras– adquiría volúmenes editados en el extranjero, fundamentalmente en París. Las estrecheces y la austeridad tópica de Alas no era cosa de grandes vicios o ludopatías, sino de su curiosidad intelectual que desbordaba los ámbitos literario y filosófico para adentrarse en las obras jurídicas, por cierto, de precio mucho más elevado.

Querido Santos: espero que estas líneas emocionadas no te desagraden ni –dada tu humildad de sabio– te saquen los colores en la eternidad a la que, por tantos motivos y merecimientos, habrás, sin duda, entrado ya.