Secciones
Servicios
Destacamos
El debate entre juristas, tertulianos y fontaneros de los partidos, en relación con los procesos electorales, suele centrarse en el sistema. Ya se sabe: los grandes partidos creen que puede estar sobredimensionada la representatividad de las minorías territoriales que, a la inversa, aspiran a menos ... exigencia de porcentajes mínimos. Y, ya a un nivel más elevado, se discute, con poca pasión, la verdad, acerca del voto proporcional o mayoritario y, en el primer caso, sobre la conveniencia de listas abiertas donde poder marcar la casilla 7, pero, llegado el caso, ignorar a quien va en primer lugar.
Todas esas cuestiones son sin duda importantes. Como lo es la eventual rebaja de la edad de votación a los 16 años, asunto sobre el que solventemente viene opinando nuestro paisano el profesor Miguel Presno. No sólo por las novedades en los derechos de los menores, algunas conflictivas, parlamentaria y socialmente, sino porque, desde siempre, a esa edad cabe la emancipación civil e incluso desde los catorce años puede otorgarse testamento. Bien es cierto que esa reivindicación, en muchas ocasiones, se hace desde posiciones si no espurias, sí claramente finalistas e interesadas, como ocurre con los partidos secesionistas ante un hipotético referéndum de autodeterminación, en el que la juventud educada bajo un ideario y una inmersión lingüística, se presume que iría en bloque a votar por la independencia.
No rehúyo ese debate porque un poco sé por profesión y por protagonismo, especialmente en el ámbito local. Pero ahora me quedo con algo más mundano, coincidiendo con que ya hay carteles de candidatos por nuestras calles y acuerdos de las juntas electorales ante equivocaciones o, directamente, marrullerías.
El reparto de la publicidad gratuita -y los excluidos de la misma- y la reserva de vallas publicitarias son dos clásicos que se vienen repitiendo desde 1977. Diré que con fortuna, porque peor era no votar o hacerlo en aquellas adhesiones inquebrantables a las leyes fundamentales del franquismo; las basadas en la representación orgánica de la familia (o su cabeza), el municipio (con cargos a dedo) y el sindicato vertical. La aversión a las urnas era tal que dicho elemento era un bien escaso. Y cuento una confidencia real: un antiguo responsable político, me contó que, para el Referéndum de 1966, tardaban en llegar las urnas y que, en la provincia, como objetos exóticos, debía de haber media docena.
Seguimos, en España, hablando de la 'pegada de carteles'. En otros países de nuestro entorno suelen usarse términos con la misma raíz que nuestra 'fijación'. Aunque aquí, lo de pegada ya se refiere a la cola y no a los altercados, que algunos sonados ha habido y, todavía, seguirá habiendo alguna gresca. Recuerdo, hace cosa de veinte años, una disputa entre partidarios de dos fuerzas 'civilizadas', donde los palos y el pegamento no se fueron al espacio electoral sino al espacio intercostal de alguno.
La efigie de señoras y caballeros que aspiran a regir nuestra localidad o nuestra región sí es perceptible por los viandantes o conductores urbanos, pero no creo que influya absolutamente nada su sonrisa o aspecto serio y cumplidor en la decisión del votante. Soy de los que, a diferencia de lo que dicen los sondeos de opinión, creo que todo el pescado está vendido y hasta se intuye fácilmente por dónde tiran los que dicen estar indecisos, aunque excepciones hay.
Con los mítines pasa tres cuartos de lo mismo. Son para convencidos que, a lo sumo, se sienten más incitados por la causa al oír o saludar a sus líderes preferidos. Pero también sé, y bien recientemente lo comprobé, de presentaciones electorales donde todos nos conocíamos con nombre y apellidos. Y menos mal que las campañas, megafonías y anuncios se han acortado temporalmente. Y más que debería hacerse.
Pero, con todo, por garantistas que sean nuestras votaciones, hay que caminar de forma más decidida hacia el voto electrónico, aunque se mantenga el presencial, haciéndolo fácil, lo que no es técnicamente complicado. Ese no es sólo un avance en la comodidad o ante la dependencia. Es un remedio potente frente a la tan censurada y abultada abstención.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.