Secciones
Servicios
Destacamos
Harto de noticias dramáticas y de formas políticas nauseabundas, prefiero recalar en el calendario de este 6 de abril, que me da pie a comentar algo que, como usuario de redes sociales, me viene irritando desde hace años. Ya sabemos que, desde el anonimato, los ... falsos perfiles o, simplemente, la reproducción de mentiras por ingenuos o incautos, se puede hacer mucho daño a personas, instituciones o bienes, tangibles o no. Uno de ellos, como luego diré, es la creación literaria, desde hace siglos expuesta al plagio o la deformación.
Voy por partes. Hoy podría, con gusto, hablar de la abdicación, el 6 de abril de 1814, de Napoleón Bonaparte al trono francés, tras tantas guerras ganadas y alguna derrota sonada. Porque sin Napoleón, posiblemente los juristas estaríamos en otro mundo distinto. Fue el gran codificador –obviamente con sus asesores– y el constructor del cimiento más sólido del Derecho Administrativo que me da de comer. A mí y a muchas personas.
Pero no voy a recordar esa efeméride, sino otra; aunque sin salir de Francia. El 6 de abril de 1943 se publicó 'El Principito', de Antoine de Saint-Exupéry, escritor y aviador cuyo rastro se perdió el 31 de julio de 1944 y hasta 1998, cuando un pescador de la costa de Marsella encontró entre sus redes una esclava de plata con su nombre y el de su mujer, no se tuvo constancia de su muerte. Lo que es inmortal es esta pequeña obra, supuestamente infantil, traducida a todas las lenguas –al asturiano hace décadas– que aborda temas de transcendencia como la vida, la ausencia, los afectos, la soledad o el valor reconfortante del diálogo. Pues bien, la corta extensión del libro se compadece muy mal con las falsas citas o referencias que se ven en las redes sociales, al gusto del impostor. Es ya algo comentado entre las personas cultas o desconfiadas que se asoman a dichas redes, que, de ser ciertas las supuestas frases de 'El Principito', este bello opúsculo debería contar con más tomos que la Enciclopedia Larousse. Y es una indecencia valerse de obra y autor respetables para poner en sus letras o en su boca lo que queremos decir o imponer nosotros. No es sólo un ataque a la propiedad intelectual; es valerse del bien de una obra de arte para practicar el mal; el odio, la descalificación, la ira o la envidia. La miseria con disfraz literario. Y lo mismo ocurre con otras citas de personalidades históricas. Siempre se habló de las mil sentencias que se ponían en boca de Churchill y de otros próceres respetables. Nunca me gustó eso que tanto se dice invocando a fallecidos: «Si viviera Fulano, diría…»; «Menganita se revolvería en su tumba…». ¡Un poco de respeto a los que ya no están, sean famosos o personas de a pie.
Volviendo a las Letras, en Madrid, que hoy cumple 418 años como capital de la Corte, ya que un día como hoy de 1713 se reunió y constituyó la actual Real Academia Española, debemos recordar que también a nuestro emblemático Cervantes se le atribuyen dichos a la carta, más falsos que monedas de tres euros. Siempre en boca de un valiente Quijote o de un Sancho ducho en saber popular. Entre estas joyas apócrifas –y somos no pocos los que advertimos a los admirados con estas frases de que nunca salieron de la pluma de don Miguel y ni siquiera algunas de las palabras se usaban en el siglo XVII–, circula profusamente una parrafada que busca que el lector proclive a denigrar al Gobierno de la nación, crea que, premonitoriamente, en La Mancha de hace siglos ya había personajes a los que identificar con nuestros políticos. Desde el embozo de las redes se pueden decir barbaridades, normalmente sin pruebas, contra famosos y líderes de todo el arco parlamentario. Eso es más fácil que criticar motivadamente y con nombre y apellidos lo que es censurable de la cosa pública.
Leer es muy necesario y 'El Principito' verdadero es suficientemente breve como para que podamos sospechar de la falsedad de alguna cita. Pero el Quijote es tan amplio, denso y lleno de historias que, salvo a grandes expertos –como mi amigo Eduardo Aguirre–, la añagaza puede colar, aunque la finalidad espuria de la sentencia es motivo para que salte la alarma y sospechar.
Por cierto, otra personalidad histórica a la que se le han adjudicado no pocas frases lapidarias en el ámbito deportivo, es el barón Pierre de Coubertin. Y lo recuerdo –admirativamente–, ya que el 6 de abril de 1896, se inauguraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.