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La regulación del tráfico, lo que es normal, es tan móvil como los vehículos cuya conducción trata de disciplinar. Cambian señales de tráfico, condiciones del ... permiso circulatorio, previsiones extintivas de los coches de combustión, tipos de infracciones y sanciones y mil cosas más. Es justo y, posiblemente, necesario, aunque no lo pida Europa (que es una excusa muy socorrida). Se trata de reducir la siniestralidad en las carreteras controlando hasta el extremo la ingesta de alcohol, reduciendo los límites de velocidad, vigilando el uso de los móviles y detectando a quien no se coloca el cinturón de seguridad. Bien es cierto, y es queja de habitual de usuarios, que las Administraciones podrían hacer más por evitar los accidentes con unas carreteras en perfecto estado de revista, lo que muchas veces no ocurre ni de lejos.
La regulación del tránsito también hace trampas. No hace mucho, en un foro jurídico, denunciaba el timo aritmético de la recuperación de puntos. Resumo: un conductor que parte con la docena de puntos, por su ejemplaridad puede alcanzar los quince. Bien; pues esa persona modélica, en un despiste se salta un semáforo y es detectado. Multa y detracción de cuatro puntos, como mandan la ley y el reglamento de circulación. Y se queda con once. Con el transcurso del tiempo sin cometer más infracciones, la normativa prevé la recuperación automática de puntos. Pero sólo 'resucita' uno. Los otros tres te los roba Tráfico. Así de claro, por más que fallen las matemáticas.
Últimamente, tras el tema de la tasa próxima a cero de alcohol (que ya veremos cómo sortean conductores y bares y restaurantes, a los que, sin duda, afectará y mucho la medida), nos hemos encontrado con dos propuestas que no sé cómo acabarán; aunque, en un caso la legalidad y, en otro, el realismo creo que las harán inviables.
La primera, es una iniciativa legislativa de Sumar. Una proposición de ley para modificar el artículo 81 del Texto Refundido de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial que prevé que las multas pueden incrementarse hasta un 30% en atención a la gravedad y trascendencia del hecho, los antecedentes o reincidencia del infractor, el peligro potencial creado y al criterio de proporcionalidad. Ahora, Sumar intenta que las cuantías actuales se ponderen según la renta del infractor. Y severamente: un incremento de un 150% para infractores cuyos ingresos brutos anuales se sitúen entre los 70.000 y los 85.000 euros; un aumento del 300%: para infractores sancionados con ingresos brutos anuales en la horquilla entre los 85.000 y los 100.000 euros y nada menos que un incremento del 500%: para quienes gocen de ingresos, igualmente brutos y anuales, superiores a los 100.000 euros. Al margen de lo que luego diré desde la óptica del Derecho, la medida no me parece adecuada. Defiendo una mayor progresividad fiscal para financiar nuestros servicios esenciales, pero los ingresos y el volante poco tienen que ver. El rico tendrá mejores coches, pero eso no significa que sea más culpable si rebasa un límite de 90 km./h. que quien maneja un utilitario de segunda mano. Este país es extremoso: pasa, con un clasismo faccioso, de pensar que una persona de indumentaria humilde con auto viejo y abollado es un quinqui a querer incrementarle en un 500% una multa a quien –si Hacienda le cede los datos protegidos a Tráfico, que está por ver– gana más de cien mil euros por ejercicio. Y el que sean pocos tampoco justifica nada a efectos penalizadores. Y desde la óptica legal, es más viejo que la tana que utilizar una potestad (en este caso la sancionadora de tráfico) para un fin diferente (recaudatorio, no nos engañemos), se llama desviación de poder y es causa de anulabilidad de los actos administrativos. Vamos, que la ley es igual para todos como, no hace tanto, pregonaba el Emérito.
El otro tema que viene, no ya del señor Pere Navarro, sino de instancias supranacionales, es el de la limitación o prohibición del uso del automóvil por una sola persona. Soy acérrimo defensor del transporte público, que uso con mucha frecuencia. Y sé que sería lo deseable llevar los turismos a rebosar. Pero hay que ser realista. Muchos, para ir a trabajar, pueden no tener colegas con los que desplazarse. No van a hacer de taxistas para recoger a los compañeros. Y si no hay transporte público, ya me dirán cómo se apaña alguien para estar a primera hora en el curro. ¿Y en nuestra Asturias, con su endemoniada orografía y miles de núcleos de población? ¿Se sabe en Madrid o Barcelona, donde además hay alambicadas líneas de metro, cómo hace una persona del occidente o del oriente astur para llegar a una cita médica al HUCA, Cabueñes o San Agustín, a una hora en la que no hay autobús? ¿Tiene que poner un anuncio para ver quién se desplaza también al centro de la región? ¿O pasarse todo el día viendo escaparates por Oviedo, Gijón o Avilés? Seamos sensatos y busquemos fomentar el transporte público con buenos y frecuentes servicios, combinando directos y de paradas. Queda mucho por hacer. A mí me encantaría ir en el tren de Feve todas las semanas a Cadavedo. Pero miren los horarios y la tardanza (sin incluir retrasos) y ya me dicen.
Eso sí; los cargos públicos cumplirán a rajatabla lo de no viajar en solitario, porque el chófer del coche oficial también cuenta.
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