Secciones
Servicios
Destacamos
Más de cuarenta años después de cerrarse la organización autonómica de España, resurge, porque no es nueva, la reivindicación de León de segregarse de la comunidad llamada Castilla y León (con copulativa siempre), cuyo último Estatuto de autogobierno es de 30 de noviembre de 2007.
No es cosa de recordar cómo se fraguó esa división territorial a comienzos de 1983 ni las variaciones que sufrió su Estatuto, especialmente en 1999. El hecho es que, desde un primer momento, los sectores leonesistas recelaron del «centralismo de Valladolid» y hasta de la Historia, que se remonta a 1230 y que, como todo, tiene distintas versiones según quién la cuente.
Ahora, la Diputación Provincial de León, como todo el mundo sabe, ha dado un paso en firme iniciando –con el novedoso apoyo claro del PSOE– los primeros trámites para constituir una nueva comunidad desgajada de la actual entidad autonómica regional.
¿Pero qué es León? ¿La provincia de allende el Pajares o también Zamora y Salamanca? Cuestión fundamental, ya que una provincia no puede decidir por otras. El artículo 143 de la Constitución, que ya nos parecía un fósil, es muy claro: «Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes (…) y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas (…) La iniciativa del proceso autonómico corresponde a todas las Diputaciones interesadas (…) y a las dos terceras partes de los municipios cuya población represente, al menos, la mayoría del censo electoral de cada provincia».
No es broma el procedimiento que, si atañe a más provincias hay que cumplir en todas ellas –y en el plazo de seis meses– y si sólo concerniera a la de León, debería tener que acreditar la entidad histórica –indudable– pero en solitario, que es otro cantar. Es cierto que el artículo 144 de la Norma Fundamental prevé que por ley orgánica se puede sustituir la iniciativa de las corporaciones locales. Pero esa figura se usó, justamente, con la finalidad contraria, el 1 de marzo de 1983, para obligar a Segovia a incorporarse a esta discutida Comunidad de Castilla y León.
Ahora, además, no se trata sólo de constituir entes autonómicos, porque ya los hay. Castilla y León tendría que dar los pasos para modificar su Estatuto conforme al artículo 91 del mismo y reducir, con la posterior aprobación de las Cortes por ley orgánica, su perímetro territorial, a la par que León iniciara el procedimiento para constituir la nueva Comunidad. Luego vendría un complejo procedimiento –se ha comparado al 'Brexit'– de traspasos y adecuaciones de todo orden, político, competencial, patrimonial y financiero.
¿Es un sueño imposible? No; nada hay jurídicamente inmutable, aunque es complejo. Pero ya sabemos que la actual comunidad y la del País Vasco regulan, opuestamente casi, el tema de los enclaves y su eventual cambio de adscripción territorial, pensando especialmente en el Condado de Treviño. Y en las primeras redacciones estatutarias, como reminiscencia de los Pactos Autonómicos de 1981, se posibilitaba un procedimiento para sumar Cantabria y La Rioja a la vieja Castilla. Pero han pasado muchos años y ese eventual divorcio me temo que no será de mutuo acuerdo y que acabará, como los matrimonios mal avenidos, en los tribunales. En este caso, si la cosa avanza, al Constitucional.
¿Y la opción asturleonesa, citada por el alcalde de León? Hace cuatro décadas yo la habría aplaudido sin reservas. No sólo nos unen las mismas raíces históricas, ni la riqueza cultural, empezando por la lingüística, o la industria o el turismo ya añejo. La Universidad leonesa es hija y prolongación de la de Oviedo y mantiene la Cruz de la Victoria en su emblema. Allí trabajé durante años y siempre pensé que hasta se hubiera podido ensayar –pese a la redacción constitucional– una autonomía singular, con dos órganos legislativos, como ocurre en Italia con la región que forman Trento y Bolzano. Pero me temo que estamos fuera de tiempo, por más que, al no constar siquiera –pese al intento de Zapatero– el nombre de las comunidades autónomas en la Constitución, no habría que modificar ésta.
Personalmente, temo que el malestar va a seguir en buena parte de la población leonesa, pero que un cambio de estas características requeriría de muy variados y difíciles consensos y quizá de una mentalidad de reforma amplia del sistema, que no veo. Tengo mis propias preferencias sentimentales, pero en lo legal soy realista. Aunque algunos apelen a una suerte de realismo mágico.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.