![Ladrillos para la Europa de los ciudadanos](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/05/11/94281452-kDXG--1200x840@El%20Comercio.jpg)
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El pasado jueves celebramos el Día de Europa. El 9 de mayo, como ya es bien conocido, se conmemora la declaración que en la misma fecha de 1950 pronunció Robert Schumann, ministro francés de Asuntos Exteriores, en la que, a cinco años de terminada la ... II Guerra Mundial, proponía la creación de una comunidad europea para poner en común la producción de recursos tan esenciales como el carbón y el acero. A esta institución –la CECA– se adhirieron inicialmente Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo; las dos primeras potencias, enemigos irreconciliables en los dos grandes conflictos de la mitad inicial del siglo XX. De ahí que la declaración sostuviera que «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan» y que «la contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas», pronosticando, sabiamente que «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania». Y esta primera cuestión se logró.
Quedan retos importantes, pero la Europa de los ciudadanos y no sólo de los Estados ya la hemos podido apreciar con ocasión de la pandemia del covid y las vacunas o con los fondos de regeneración que se aprobaron para paliar la o las crisis de estos últimos años. Queda, sí, alcanzar una Europa federal y plenas armonizaciones fiscales, administrativas, judiciales y de tantos sectores sensibles, desde la protección natural a las políticas migratorias o de defensa común, donde todos los pasos dados siguen siendo insuficientes –y, a veces, erráticos, como hemos visto recientemente con el campo–, sin olvidar fracasos sonados como la fallida Constitución europea o las dilaciones en la reforma de los tratados. Pero ahora, los ladrillos de la construcción europea debemos colocarlos las personas que constituimos la población de esta organización continental, en la medida de nuestras posibilidades.
Bien está, como ocurrió el jueves, conmemorar esta fecha y lo que significa con actos como los celebrados, por ejemplo, en Avilés o Pola de Laviana; pero el verdadero reto, la aportación inminente, es la participación activa en las elecciones, por sufragio universal (algo por lo que, pioneramente, luchó el Movimiento Europeo Internacional), al Parlamento Europeo que, en España, se celebrarán el domingo 9 de junio dentro de la horquilla que, en los distintos países de la Unión, irá del 6 al 9 del próximo mes.
Es importante, en un año con elecciones en Galicia, País Vasco y Cataluña –en estos momentos–, no olvidarse de que nuestro futuro depende del asentamiento y progreso de una Europa Unida. Fui residente oficialmente, como estudiante, en una Europa donde los españoles no gozábamos de la condición política de europeos y viví con emoción, poco después, el ingreso en las antiguas comunidades, superando el tratamiento diferenciado que los españoles teníamos nada más cruzar los Pirineos.
España, como Portugal, votó apenas ingresada en la actual Unión, en 1987, con una participación del 68,52% –cuatro puntos menos que nuestros vecinos lusos–, en lo que fue la concurrencia a las urnas más alta de todos los procesos. Me figuro que la ilusión por una Europa todavía a medio conocer y conformar animó a los votantes. De ahí se bajó al 54,71% dos años más tarde; se recuperaron dos puntos en 1994 y cuatro más en 1999, pero hubo un verdadero descalabro participativo a partir de 2004: 45,14% ese año; 44,87 en 2009 y el mínimo histórico en 2014 (43,81%). Un año también funesto en la ya larga inestabilidad catalana. Pero hace cinco años volvió el interés por los comicios al Parlamento de Bruselas y Estrasburgo, con un 60,73% de afluencia a las urnas. La media europea había sido inferior: el 50,66%. Quizá el miedo a los populismos y a los más que euroescépticos incitó al censo español que, en el quinquenio anterior, había contemplado, quizá con sorpresa, el resultado del referéndum británico de 23 de junio de 2016, que propició el 'Brexit', materializado el 1 de febrero de 2020, a seis semanas de declararse en España el estado de alarma por un coronavirus que golpeó al planeta, pero que, como se ha dicho, supuso, también, la consolidación de la igualdad y solidaridad en Europa.
Ojalá superemos en 2024 el listón de 1987. Hay opciones suficientes para poder elegir… y, en su caso, para poder quejarnos posteriormente si nuestras preferencias nos defraudan.
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