![El infierno del tráfico](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/02/17/infierno-trafico-ktWF-U2101561430255vwC-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Solemos decir, cuando hay un embotellamiento en la carretera, especialmente en horas punta, operaciones salida o retenciones por accidentes, que hay un tráfico infernal. Y yo creo que no se trata de adjetivar el tránsito, sino que éste, en la actualidad y sin salir de ... nuestra región, es en sí mismo un infierno.
Seguimos conmocionados por accidentes recientes. Por el resultado trágico y por la causa, muchas veces delictiva y miserable, que provoca las colisiones con consecuencias dañinas y letales. Lo del Corredor del Nalón, como la anterior travesía de Avilés, es equiparable a la primera línea de un frente bélico. ¡Cuántas vidas arrebatadas y cuántas familias destrozadas! Las administraciones, en un esfuerzo que no se puede obviar, siguen proyectando, desdoblando carreteras o construyendo autovías de nueva planta, pese a las dificultades orográficas a vencer y el coste exorbitante de cada kilómetro en territorios como Asturias, donde a cada poco hay que recurrir a viaductos y túneles. Pero más y mejores infraestructuras, aunque sin duda suponen un bálsamo y un freno a la sangría de colisiones, no erradican tan lacerante y cotidiano problema.
Durante varios años circulé a diario por 'la carretera de los túneles', cuando estaba sin duplicar, pero era un clamor su ampliación, que tardó en hacerse sin haber aprovechado un enlace con la autovía minera que hubiera abaratado la operación, adelantado una obra imprescindible y evitado que, ahora, haya en escasos kilómetros dos vías de alta capacidad casi paralelas. Pero las hay, aunque las calzadas separadas se acaban en el distrito de Sama y, a partir de ahí, a ver qué se hace, amén de reducir la velocidad –que seguirá sin respetarse– y de incrementar los radares. Son medidas que no pueden censurarse, pero que no erradicarán el riesgo.
Porque el infierno son, también, los kamikazes, cada vez más presentes y libres como el viento, porque raro es el que no reincide al quedar de inmediato en libertad. Eso sí que se puede y debe corregir.
Pero el tráfico, sus peligros y su inherente crispación en tantos conductores, también genera problemas importantes en los núcleos urbanos, y precedentes bien cercanos tenemos en las ciudades de la región. Y es que, como los coches no pueden volatilizarse, toda peatonalización de una zona, por deseable y grata que sea, conlleva la concentración de vehículos en las zonas permitidas al paso rodado.
Queremos menos contaminación, pero, a la vez, a cada poco nos llega la información sobre las ventas en el sector automovilístico, festejando las mejorías y lamentando los descensos en las adquisiciones. Es lógico defender esa industria, pero es contradictorio con el desiderátum de dejar de circular. Ello sin contar con algunas peatonalizaciones 'estéticas', pero irracionales desde el punto de vista funcional. Pongo mi propia experiencia, nada original: vivo en una zona ampliamente peatonalizada, aunque nunca en mi calle hubo tantas camionetas de reparto que antes tenían su espacio. Y, también, cerca de mi casa, hay un colegio y los progenitores de los escolares dejan, a la entrada y salida del aula, cientos de coches por las vías y plazas supuestamente reservadas para ir a pie.
Claro, muchos de estos problemas se reducirían con un buen transporte público que, por competitivo, invitara a dejar el auto particular en el garaje. Y, lógicamente, a menor intensidad en la circulación menos posibilidades de accidentes, aunque siempre pueda haber delincuentes en la carretera a los que los límites de velocidad o la raya continua no les intimidan para nada. Hay algo de cierto en que esa fácil medida de tirar de la brocha para impedir adelantamientos o poner una señal con cifras muy reducidas –30 en ciudad u 80 en carretera– sólo afecta gravosamente a los conductores prudentes y respetuosos con las leyes y reglamentos.
Yo, como tantas personas, desearía poder desplazarme en transporte colectivo –como sí hago muchas veces para ir a mi Facultad–, pero, como ya he escrito muchas veces, tardar el doble o más que en mi propio coche para llegar a las alas de la región, y con frecuencias poco atractivas, es manifiestamente disuasorio.
Llegan noticias desde el Ministerio de Transportes de una nueva y prometida remesa de lo que se llama material rodante para nuestro ancho métrico. El de los puentes artísticos y monumentales y los trayectos eternos. Ojalá sean una gota de agua fresca en el infierno circulatorio.
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