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Hace sólo dos semanas, comentaba en esta misma columna que la Europa construida hace 75 años (50 de la integración española) para la paz, proclamaba ... ya, sin ambages, la prioridad de una defensa propia de la Unión, al margen del protectorado yanqui y quizá de una OTAN que, en estos momentos, parece un pollo sin cabeza.
En sólo quince días nos han metido el miedo en el cuerpo; primero, con el tema del aprovisionamiento de 72 horas para sobrevivir en caso de crisis, catástrofe ambiental o, directamente, guerra. Ya lo sabemos de memoria: agua, conservas (incluidas esas que la propia Europa dice que son tan malas para la salud), material de iluminación, medicamentos, un hornillo de gas y hasta una radio de onda larga. Un modelo traído de Suecia (ajena a la OTAN hasta hace exactamente un año) y que la comisaria belga para la Preparación y Gestión de Crisis quiere extender a los 27.
Y, segundo, ya descarnadamente nos hablan del envío de tropas; o sea, soldados; es decir, jóvenes a garantizar en el este un hipotético plan de paz entre Rusia y Ucrania. El jueves, Francia y el hijo pródigo británico ya consensuaban la presencia de efectivos militares 'disuasorios' para tutelar ese eventual alto el fuego, que está por ver y máxime conociendo el afán enloquecido de protagonismo de Trump y la previsible renuencia de Putin a desandar lo andado con miles de muertos a sus espaldas.
El propio Macron anunció que el acuerdo entre su país y el Reino Unido estaba abierto a otras potencias (e impotencias) europeas, cuyos gobiernos, dijo textualmente, «por razones políticas se lo están pensando». Conociendo el discurso en la materia del Ejecutivo español –o de su presidente– parece claro que, de alguna forma no sólo dineraria, se va a apoyar a esta fuerza de contención. Y, claro, si unimos las dos cosas –supervivencia y tropas pegadas al actual frente–, la conclusión, casi silogística, es que la amenaza de conflicto armado inquieta a la Unión Europea que, a la vez, inquieta a su ciudadanía.
No sé, ciertamente, si estas proclamas y advertencias temibles son la medida correcta y proporcional; si son alarmistas o si, incluso, son contraproducentes y despiertan del todo a la fiera que, como una hidra, tiene varias cabezas (nucleares, por cierto). Estamos hablando de cosas muy serias y eventualmente trágicas para la población, la economía y la integridad de los pueblos que conforman la Unión.
Al lado de un indeseable conflicto mundial, las miserias y chantajes territoriales que padecemos en España parecen bromas de aprovechados y aprendices de brujo. Pero me figuro que, quienes vienen reclamando la reposición de la mili obligatoria –suspendida por Aznar, Pujol mediante, en marzo de 2001– se preguntarán si no es una desgracia tener que plantearse nuevos reclutamientos forzosos que, además, ahora incluirían a las mujeres, so pena de inconstitucionalidad manifiesta (que se dio, dígase lo que se diga, desde la promulgación de la Constitución hasta hace 24 años). Suiza, que no está en la Unión, diversamente, exime a las jóvenes de instrucción militar.
No hace falta recordar la tragedia de las guerras; el tributo de sangre que, por ejemplo, fue una de las causas de la Revolución Francesa, cuando nuestros vecinos estaban en guerra con varios ejércitos extranjeros a la vez. En la actualidad, diez países de la antigua Comunidad europea mantienen y sostienen el servicio militar obligatorio: Dinamarca, Austria, Estonia, Letonia, Lituania (estos bálticos por razones obvias), Grecia, Suecia, Finlandia y Chipre. Más Noruega, que no está en la Unión, pero sí en el Tratado del Atlántico Norte.
Han pasado muchos años, aunque ya estábamos en democracia, desde que yo hice la mili, de soldado raso, y quiero pensar, viendo la profesionalidad actual de las Fuerzas Armadas y el control judicial de los abusos, antaño tan frecuentes, que una versión actualizada de esta preparación castrense de la población sería algo muy distinto y no la inutilidad de lo que millones de varones padecimos; muchas veces entre la ociosidad y la arbitrariedad. Y lo digo con respeto a muchos militares ejemplares que conocí, empezando por familiares bien queridos.
El hecho es que se está generando una zozobra como ocurrió en otros momentos históricos y el miedo es libre. Pero vuelvo a cuestionarme si esta Europa, que no se parece a mi Europa idílica y fundacional, no estará equivocándose en sus planteamientos extradiplomáticos. De momento, hemos pasado de la armonización, tan deseada, de la legislación y economía de los Estados miembros, al temor fundado a uniformar no las normas, sino a la juventud movilizada. Un fracaso y una tragedia.
Y, en fin, siempre estamos fijándonos en las gravísimas soflamas de Trump que están zarandeando la paz mundial, aunque diga lo contrario. Pero no reparamos tanto en la responsabilidad de quien le puso la presidencia en bandeja: un Partido Demócrata que hizo el peor planteamiento y la peor campaña electoral que, ni a posta, uno puede imaginarse.
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