Mañana ya podremos decir que este mes hay elecciones. En efecto, de hoy en cuatro semanas, quienes no se queden en casa, que ojalá sean pocos, por todos los motivos, nos veremos en el colegio electoral, de un lado u otro de la mesa. Sentados ... o haciendo cola que, confieso, es la única que no me molesta hacer, siempre que no se dé una incidencia grave en la votación, que alguna viví, como miembro, interventor o apoderado. Porque, en efecto, en esta pequeña comunidad, si a las más de mil quinientas mesas le multiplicamos los titulares y suplentes de la presidencia y las dos vocalías, más los referidos observadores y fiscalizadores de los contendientes, la cifra de asturianos implicados en el proceso es ciertamente relevante.
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Me gusta, desde hace muchos años, la temática electoral y creo que en estos comicios prever con cierta precisión los porcentajes de participación y abstención es más que arriesgado. Y lo digo de oídas, no por sesudos estudios. De oídas quiere decir lo que uno percibe por la calle, en el trabajo, en las reuniones o en el bar, que son escenarios nada despreciables para pulsar el ambiente. Más, evidentemente, que el interior de palacios o casas consistoriales. Los políticos que intuyen cómo les puede ir (aunque obligado es callarse la verdad incómoda), es porque pisan la calle y si sólo reciben parabienes de los convencidos, malo. Los que, apoltronados, se limitan a las encuestas que han pagado o a las que periódicamente publica el CIS (para usarlas o criticarlas), pueden estar en el limbo, amén de que siempre hay sorpresas y, sin ser augur, creo que en el mapa municipal va a haber un puñado. Algunas de mi agrado y otras, evidentemente, no. Sin entrar en detalles, porque a buen entendedor, ya se sabe, creo que ha habido procesos modélicos de designación de candidatos, pero también mucho dedazo y donde ha habido primarias no todo ha sido edificante y eso se paga. El dicho de si no sabes gobernar tu casa, difícilmente puedes gestionar la ajena, es plenamente aplicable a lo que piensan muchos electores cuando un partido, incluso el de su preferencia habitual, ha hecho mal o chapuceramente los deberes de las candidaturas. Además, una lista con descontentos o de consenso impuesto, o sea, falso, aboca a tensiones a lo largo del mandato. Por no hablar de transfuguismo, ahora acentuado en Asturias (y particularmente en Oviedo), con la diáspora de Ciudadanos.
Pero en una región que no sólo por fallecimientos y baja natalidad pierde población y, por ende, votantes, (las cifras de Gijón no son una broma), me llaman la atención los 123.201 electores del Censo de Residentes Ausentes (Cera). Esos son los asturianos en el exterior que podrán ejercer su derecho al voto en las elecciones autonómicas del 28 de mayo; algo así como una séptima parte de los que estamos censados en los concejos del Principado. Y aunque nuestra región tenga una tradición emigratoria muy acusada (muchos venimos por alguna rama de ahí) y aunque haya comunidades donde pasa algo parecido, sigue pareciéndome un guarismo muy elevado e indicativo de que no hay sitio en Asturias para todos los que, supongo, querrían vivir y trabajar en el paraíso natural, que aún dista de ser paraíso laboral. Aunque estos días celebremos la reducción del número total de desempleados, que al día de hoy es de 57.300, computados en el primer trimestre de 2023, lo que supone una reducción del 10,61% respecto al trimestre anterior. No obstante, la tasa de paro sigue siendo preocupante: un 13,04%, según la Encuesta de Población Activa que elabora el INE. Refiero estas cifras conocidas porque tampoco se puede generalizar la orientación del voto de quienes están fuera de nuestra tierra (aunque haya excursiones a la pesca de sufragios), al igual que no puede suponerse qué van a votar esos más de cincuenta y siete mil desocupados laborales. Habrá quienes estén decepcionados de los gobiernos que no los han incorporado al trabajo, habrá quienes teman aún más a quienes están en la oposición, si no presentan credenciales sociales y habrá, en fin, quienes pasen de todo, desde una posición escéptica rayana en el pasotismo.
El andamiaje electoral que llega ahora, con la elección de mesas y el sorteo de sus integrantes, no es una cuestión secundaria o puramente legalista. Al hilo de este proceso formal nos llegarán algunas pistas de interés, como ya lo están haciendo las satisfacciones y descontentos con las listas. Porque, antes lo he apuntado: a salvo candidaturas férreas, la vida institucional interna puede padecer muchas vicisitudes a lo largo de cuatro años. Y no es bueno para las instituciones, aunque es algo inexorable muchas veces.
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