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A la temática previsible para usar como estandarte electoral, con los trenes encabezando los debates, se ha unido últimamente la posición de las comunidades cantábricas, convocadas desde el Gobierno vasco, para no quedar descolgadas con respecto a las ambiciosas propuestas que, con la bendición europea, ... se prevén para el Corredor Mediterráneo. Evidentemente, quien vota en Asturias -especialmente en los ámbitos municipal o autonómico- aparenta tener poco que ver en sus inquietudes con lo que suceda a orillas del Levante. Pero la tarta inversora, los fondos, las ayudas, las estrategias y las preferencias no tienen tal elasticidad como para dar trozos de tarta a todos los territorios, y si eso aún no se ve el 28 de mayo, cuando se celebren comicios generales a finales de año (no creo que el adelanto sugerido por el señor Tamames se cumpla), los partidos que se decanten por una primacía de las regiones bañadas por el 'mare nostrum' no creo que vayan a cosechar muchos aplausos en el norte peninsular. De ahí que se intentará, por todos los concurrentes, un mensaje de equidistancia, de café para todos, que va a ser poco creíble porque Bruselas no es un gran cafetal y no suele cobijarse en ambigüedades; sus pecados son otros.
Nuestro modesto mar Cantábrico, una parte del océano Atlántico, amén de bañar las cuatro comunidades autónomas reunidas por el Lehendakari, llega al extremo suroeste de la costa de Francia, hasta la desembocadura del río Adur, cerca de la ciudad de Bayona. Unos 800 kilómetros de costa y sólo dos estados europeos, lo que contrasta con el Mediterráneo, que, perteneciendo al mismo océano, da vida -y muerte, penosamente- a tres continentes y a numerosos países, como recordaba Serrat en una composición muy exitosa. No es que la UE, ni las Comunidades marítimas del este español estén pensando en África o Asia, pero la impronta mediterránea tiene mucha más potencia. Digo -perdón- dos frivolidades: pocos ciudadanos del planeta ignoran la existencia del mar Mediterráneo, lo que no ocurre con el Cantábrico y, modas aparte, media humanidad interpreta mejor o peor lo que es la dieta mediterránea, sin que haya parangón posible en Galicia, Asturias, Cantabria o Euskadi, pese a su cultura pesquera que, como la marisquera, también se extiende a la franja francesa. Del tiempo que viví en el Levante sin duda lo que más eché en falta fue la variedad y calidad de lo que aquí se pesca y cocina.
Los asturianos somos cantábricos no sólo por el mar, sino porque los pueblos cántabros llegaban hasta el Sella y topónimos hay que lo revelan sin necesidad de leer lo escrito sobre las guerras con los romanos. Y aunque Asturias está gafada desde hace mucho tiempo, pese a esfuerzos y excepciones meritorias, creo que esta rivalidad, en la que nos jugamos mucho, va a ser positiva y va a evitar discriminaciones groseras, aunque alguna habrá, porque la pujanza económica de otros lugares también es peso político a la hora de lograr compromisos.
Se ha escrito que el señor Urkullu coordina la Comisión del Arco Atlántico, una de las seis entidades geográficas que forman la Conferencia de las Regiones Periféricas Marítimas en Bruselas, lo que es una garantía, como también es una satisfacción que el Gobierno vasco no se encierre en el reducto de ir insolidariamente por libre y al margen de sus vecinos geográficos. Y aquí, aunque muchos no lleguemos a verlo, están las apuestas a medio y largo plazo por las conexiones de transporte o las infraestructuras, también ferroviarias, o por las estrategias compartidas sobre energías renovables o el reto demográfico (sobre el que soy muy pesimista). Crear una macrorregión por estas latitudes es una novedad, que no se limita a comunicaciones o al tan cacareado corredor del hidrógeno. En fin, no sé si, como algunos opinan, el 'Brexit' degradó mucho la posición del Arco Atlántico de cara a levantar la mano ante las instituciones europeas.
Pero lo cierto es que trabajar juntos, amén de forjar un contrapeso apreciable al potente Levante, va a suponer conocernos mejor y complementarnos. Viajo, por razones profesionales, con frecuencia a las comunidades vecinas y puedo atestiguar que, incluso entre personas cultas, hay grandes lagunas en el conocimiento de Asturias, como sin duda ocurrirá en nuestra tierra con respecto a los territorios y culturas colindantes.
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