![El debate sobre la fiesta regional](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/05/31/94913449.jpg)
![El debate sobre la fiesta regional](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/05/31/94913449.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Acabamos de pasar el 25 de mayo y, aún hoy, el recuerdo de lo que pasó en tal día de 1808 contará con un acto recreacionista en honor de aquellos audaces miembros de la Junta Suprema que, heroica y soberanamente, declararon la guerra al invasor.
Desde hace ya algunas décadas, tanto desde posiciones historicistas, como laicas o, en todo caso, identitarias, se viene reivindicando la procedencia de este día para fijarlo en el calendario y en los actos oficiales como fiesta autonómica, Día de Asturias o como queramos llamarlo. Y, naturalmente, ese eventual cambio, que no es sencillo, cuenta con sus detractores, posiblemente mayoritarios, que identifican la asturianía con la festividad del 8 de septiembre que, aunque la vinculación sea clara, ya no sólo es el día de la Virgen de Covadonga.
En esta contraposición –afortunadamente pacífica–, hay quien entiende como un error el que la ley asturiana de 28 de junio de 1984 determinara, en el primero de sus dos artículos, que se declaraba la fecha del 8 de septiembre como Día de Asturias, con efectos de fiesta regional, cuyos actos –señala su segundo artículo– se celebrarían rotatoriamente por toda la región, a criterio del Consejo de Gobierno. No hay mención alguna en el texto al arraigo de la fiesta mariana y tampoco en el preámbulo, porque la Ley carece del mismo. Y, además, el Estatuto de Autonomía no hace referencia o remisión a la festividad simbólica, como sí ocurre con la bandera o el himno.
Criticar, por seguidismo de santoral, al Gobierno y Parlamento de hace cuarenta años, al optar por una festividad arraigada y no imponer la del levantamiento contra el invasor francés, es absolutamente injusto. Primero, porque, antes de la Ley, desde 1980, se venía haciendo así; segundo, porque se eligió una fecha que ha traído consenso y nadie, creo, hace ascos a los actos culturales y de reconocimientos del 8 de septiembre, o a los festivos y lúdicos que recorren, año tras año, nuestra geografía; tercero, porque una ley al inicio del régimen autonómico era conveniente, a expensas de una sencilla modificación por otra ley una vez consolidado el autogobierno. Y, en fin, cuarto, porque, seamos sinceros, preguntar a la mayoría de nuestros paisanos hace cuatro décadas por el 25 de mayo no creo que obtuviera muchas respuestas de conocimiento y popularidad.
Por tanto, a mi modesto parecer, lo hecho a instancias del Gobierno de don Pedro Silva fue un acierto, que ha dado muchas jornadas de alegría, diversión y hasta folclore a numerosos concejos asturianos, con alguna excepción como la dramática suspensión de los actos en Vegadeo en 1983, o en 2020 por el COVID.
Pero, en el presente, ¿procede un cambio? Doy mi opinión, personal y quizás errática. El acto valiente, pero temerario –no salió gratis– de los integrantes de la Junta está aún infravalorado a nivel popular y no se lo merece en absoluto. No es sólo la atribución 'soberana', que gusta a los más nacionalistas. Es que, desde lo que hoy es el Parlamento asturiano, se produjo una gran cohesión de los concejos de la región, de Occidente a Oriente y del mar a los puertos de montaña, para luchar conjuntamente contra el invasor a partir de los regimientos que se fueron formando en los municipios. Es una clara manifestación de la unidad de Asturias como realidad política y sentimental, no sólo geográfica o histórica. Y esto debe explicarse, sin sesgo doctrinario, desde la escuela. Por tanto, bien está honrar a la bandera, con raíces en estos hechos. O realizar procesiones uniformadas hasta la Sala Capitular de la Catedral, sede durante siglos de la Junta General del Principado. Pero debe potenciarse la fidelización popular con estos hechos, con múltiples interpretaciones –incluida la posición de quienes, aún hoy, se identifican con los afrancesados– y eso sólo se logra mediante un hueco en el calendario, por más que, por imposición de las competencias estatales, deba modificarse algún festivo.
¿Y Covadonga? Pues debe, a mi entender, ser una festividad respetada, por querida y arraigada, aunque evitando confusiones innecesarias y que sólo sirven de comidilla para hablar de las diatribas episcopales o de la inconveniencia de que las autoridades civiles acudan, como tales, a los actos religiosos. No es tan complicado y nadie tiene por qué ofenderse.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.