Es una evidencia que con el adelanto de las elecciones generales se ha querido desviar la atención, desde la Presidencia del Gobierno, con respecto a los resultados del domingo que, ciertamente, -y me duele mi viejo carnet al decirlo- han sido muy decepcionantes para el ... PSOE. Pero, por otra parte, ha habido que reconocer la evidencia que desde las alturas algunos negaban de la influencia de la política nacional en los comicios locales y autonómicos. Y, ahora, se ve que la interrelación también se da a la recíproca. Unas municipales trajeron la República en 1931, como a buen seguro se está recordando por algunos.

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Ya se verá si la decisión, lógica y hasta ética, de disolver las Cortes es un torniquete para parar la hemorragia de votos a la izquierda, un estímulo para avivar almas dormidas y abstencionistas o un capítulo más en un cambio de ciclo, propio de la alternancia en todas las democracias.

Pero aunque sea un propósito, casi confesado, el de correr un tupido velo sobre las cifras del 28, es lo cierto que siguen ahí, calientes y en los gráficos de los medios y que, además, esos gobiernos territoriales y esos consistorios que se van a formar dirigirán la gestión que afecta a diario a la ciudadanía. Valga decir que en el Estado español las competencias que más afectan a la ciudadanía, como la sanidad, la educación o los servicios sociales, no son atribuciones a gestionar desde Madrid. Por no hablar del urbanismo o de las obligaciones mínimas de los Ayuntamientos, que son derechos de los vecinos.

No voy a entrar en consideraciones globales, por más que me sorprendan algunos resultados desmedidos en comunidades como Madrid, o sufragios que aún duelen como los de quienes aún no han pedido perdón por los crímenes de ETA. Me quedo en Asturias donde, aunque haya cuestiones chocantes, aún se pueden explicar muchas cosas. No todas, y lo digo desde Oviedo.

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A rasgos generales, los incrementos de Vox en buena parte de nuestra geografía eran previsibles. Como la agonía de Ciudadanos, de donde han transfugado cuadros y militantes. O la recuperación, a través de una coalición, de Izquierda Unida, o el bajón de Podemos. El caso de Foro sigue siendo digno de estudio, con esas mayorías apabullantes de Salas y Peñamellera Alta y la posibilidad de recuperar la Alcaldía gijonesa.

Por partes: tras cuatro años, la mayoría bajo pandemia, el Gobierno de Barbón apenas ha tenido desgaste. Prueba de que lo ha hecho bien, ya que los vientos que corren no le favorecían. Puede estar satisfecho el Ejecutivo autonómico. Pero el partido, la FSA, en el planteamiento municipal no puede estarlo. Hay misterios de vuelcos que no llego a alcanzar, porque soy ignorante de muchas claves, pero sé dónde o se han hecho mal las cosas, o no se han sabido resolver conflictos internos y escisiones. Creo que todos sabemos de lo que se está hablando. Incluso, como advertí, si se cambia de cartel tras muchos años exitosos, la nueva candidatura debe tener un rodaje amplio. De recuerdos ajenos no se vive. Y hay, en fin, concejos donde por las enormes dificultades sociológicas hay que echar el resto, lo que quizá no se haya hecho. De todo hay que aprender.

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Pero lo caballeroso es felicitar al Partido Popular, que no sólo ha incrementado, y mucho, diputados y concejalías, sino que ha entrado como un torbellino por tradicionales feudos de la izquierda, de lo que ahora disfruta esperando que sólo sea el aperitivo para el verano.

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