La compensación no me agrada ni como término coloquial. Hasta vulgar: ¿qué aficionado al fútbol, cuando a su equipo le pitan, al comienzo del partido, un penalti a favor o se expulsa a un jugador rival, no comenta a los vecinos de la grada su ... temor a la compensación? O sea, a la reparación de una decisión grave con otra similar y probablemente injusta y excesiva. Y las mismas reservas manifiesto, como profesor universitario, del llamado aprobado por compensación, gracias al cual el alumnado puede superar una asignatura, por fundamental que sea para su futura profesión, por el hecho de tener aprobadas las demás. Y eso que creo que cuando el estudiante con notas excelentes recibe un suspenso, la presunción de lo que pasó hace recaer la responsabilidad en el docente. Y debe investigarse. Pero aprobar materias esenciales por decreto, sigo manteniendo que es un despropósito.
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Pongo estos ejemplos, un poco pedestres, a cuenta de la pesadumbre que se vuelve a cernir sobre Asturias en el ámbito ferroviario y que ya abarca la vía métrica, la ibérica y la europea, con disparates relativos a la fabricación de todo tipo de material rodante. Los presidentes de Galicia y Asturias han levantado la voz –y espero que vayan al foniatra si es necesario– ante esta nueva bofetada a cuenta de los Avril, empezando por reclamar al Ministerio de Transportes, determinadas compensaciones.
Se habla de extender la gratuidad de los billetes, de obras en estaciones, de más convoyes y frecuencias cuando se pueda contar con los nuevos trenes y cosas así. No hay mucho margen para pedir. Ni contractual ni extracontractualmente tiene el Principado u otra Comunidad legitimación para pedirle nada a Talgo, para colmo amenazado por la OPA de Magyar Vagon (donde el Gobierno sospecha que viaja Putin de revisor). Nuestra Comunidad nada ha contratado a Talgo y esta empresa tampoco le ha irrogado daño alguno. Es la Administración del Estado la que puede exigir, sancionar o resolver los negocios estipulados con la demorada fabricante.
Entiendo estas reclamaciones no porque me gusten, sino porque, desde nuestra sufrida tierra, poco más se puede pedir y nada de forma inmediata. Todas las compensaciones tienden a ser dinerarias. Bien por rebajas tarifarias, bien por aporte para obras o servicios. Igual que una imprudencia con muerte o secuelas graves sólo puede paliarse con efectivo; la vida o la salud o muchos bienes irremplazables no se pueden devolver. Recuerdo la frase de un procesalista penoso que decía que la declaración de nulidad de una sentencia penal equivalía a que todo se retrotraía como si nada hubiera pasado. Genial: se manda a alguien a la silla eléctrica, años después se anula la sentencia y aquí no ha sucedido nada.
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A mí, como a muchas personas, el abaratamiento o gratuidad de los billetes me resulta un tema menor por el tipo y la frecuencia de los viajes que hago, aunque sé que sí beneficia a muchas personas. Pero, salvo precios disparatados, como los de Iberia, somos legión los que preferimos llegar y volver pronto y en buena hora a Madrid que abrir la cartera y pagar lo justo. Y esto lo extiendo a las cercanías. Preferiría hacer Gijón-Oviedo en diez minutos y pagar que seguir perdiendo media hora gratis. De Pola de Lena ya ni hablo.
En cuanto a compensar con obras en estaciones –o vías–, no podemos olvidarnos, parece mentira estos días, de que hay una premiosa legislación de contratación pública y los expedientes tardan una barbaridad en tramitarse y en contar con la financiación legal procedente. Aquí no se trata de que el señor Puente llame a una cuadrilla de chapuzas para arreglar o ampliar los puntos de parada. O sea que, previsiblemente, cuando se acometan esas obras supongo que los nuevos convoyes llevarán años circulando.
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¿Qué se puede hacer? En este caso concreto, salvo exigir al Ministerio explicaciones detalladas y responsabilidades personales –incluso porcentaje en la reclamación de daños a los fabricantes–, sólo se me ocurre pedir una vez más una férrea unión de los asturianos, más fácil en la calle, donde todos decimos lo mismo, que en el debate parlamentario. Y, sin violencia, enseñar los colmillos a quienes pasan olímpicamente de las preocupaciones de los asturianos: Son ya demasiados agravios y, aunque hay que ser respetuosos con todo el mundo y, por tanto, con la autoridad, no son pocos los que la han perdido.
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