Biblioteca. Ni templo ni cuartel

La entrega de la Medalla de Asturias a la Princesa Leonor en la Biblioteca de la Universidad creo que fue muy acertada, por lo que significa afrontar la mayoría de edad rodeada de volúmenes respetables, algunos cargados de siglos, de los que pueden extraerse enseñanzas para futuros monarcas

Domingo, 27 de octubre 2024, 02:00

En la ya conocida como Semana de los Premios querría destacar, aunque tenga mucho de simbólico, el acto de entrega de la Medalla de Asturias a la Princesa Leonor. No entro en si tal distinción es prematura u oportuna; merecida o puramente formal por el ... título de la heredera de la Corona. Esos debates tienen otros momentos y foros para discutirse. El hecho es que un Gobierno legítimo acordó su concesión de forma muy mayoritaria, igual que lo hizo el más plural Ayuntamiento de Oviedo en cuanto a la distinción de la alcaldía honoraria.

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El hecho es que el jueves, creo que de forma muy acertada por quien eligió el escenario, la primogénita de los Reyes recibió esta alta distinción, de manos del presidente Barbón, en la Biblioteca del edificio histórico de la Universidad. Un recinto que me evoca muchas cuestiones familiares; alguna dramática, como su absoluta destrucción hace ahora mismo 90 años, siendo una de las más valiosas del país, y otras que me llenan de orgullo familiar por la inmediata reconstrucción y acopio de fondos llevada a cabo por el claustro ovetense y no pocos asturianos, algunos desde Madrid, empeñados en tan magna causa.

Restaurada la Biblioteca, tras los daños de la Guerra Civil –una bomba cayó encima, en el ángulo suroeste del edificio–, este recinto de estudio, con inconfundible olor a libros, lo que nunca ocurrirá con los formatos electrónicos, y a madera envejecida, es una de las piezas más hermosas del edificio fundado por Valdés Salas. Durante muchos años se la conoció como la Biblioteca de Letras en contraposición a la de Derecho, actualmente una sala de estudios, que ocupa el ala oeste de la planta alta del caserón. Acertadamente, hace años que, ante la insuficiencia del Paraninfo, se celebran allí las aperturas de curso, algunas festividades y otros actos académicos singulares.

Para entregar la medalla a doña Leonor, Asturias tenía lugares y edificios con historia; algunos bien evidentes, como Covadonga. Y templos con mucha historia vinculada a la Monarquía del viejo Reino –no hace tanto que la Princesa conoció el Panteón de la Catedral– y hasta antiguos acuartelamientos, hoy con otros destinos, que pudieran vincularse a la actual formación castrense de la heredera. Siguiendo en clave distendida, hasta algún navío podría ser escenario, dados sus estudios actuales en Marín.

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Pero la opción, repito, creo que fue muy acertada. No sólo en lo estético, que también, sino en lo que significa afrontar la mayoría de edad rodeada de volúmenes respetables, algunos cargados de siglos, de los que pueden extraerse enseñanzas para futuros monarcas. No pocas obras maestras del pensamiento político y aleccionadoras de príncipes están en los anaqueles de la sala. Creo –es una percepción– que la condecorada se sintió realmente a gusto, al margen de su cercano y hasta desenfadado discurso, jalonado de referencias populares a la región. La princesa está aún con la fase militar de su formación –algo también discutible–, emulando a su padre e incluso a su abuelo. Pero proseguirá, como se ha dicho, con otros estudios universitarios y a buen seguro no se le olvidará la Biblioteca de nuestra Universidad, sobre todo en comparación con otros edificios modernos que difícilmente superarán, pese a sus fondos, la belleza y el misterio que se advierten en el edificio fundacional de la calle de San Francisco.

El libro, para un jefe de estado, ya en la actualidad, debe estar por delante de la espada y del simbolismo religioso. La cultura casi se inhala en recintos de estas características y un monarca debe andar por el libro, que excepciones tenemos por desgracia.

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Una futura reina en medio de un imparable –pese a todo– proceso de construcción europea, en el que España y sus instituciones deben sentirse comprometidas. De ahí que no entienda –y no es la primera vez– que la bandera de la Unión no estuviera en este acto. Desconozco el motivo que justifica este protocolo, pero no deja de ser sorprendente que la Fundación Princesa, entidad privada fruto de una brillante idea y gestión de Graciano García, sí coloque la enseña continental en el Teatro Campoamor, con toda naturalidad.

Lo de la Biblioteca de la Universidad, para quienes saben algo de nuestra historia, tiene poco sentido. Porque sin Europa, sin muchas de sus universidades, no existiría como tal ese recinto, vistas las donaciones que llegaron a Oviedo tras la Revolución de 1934. Bien está el continente y la ebanistería que realizó las estanterías. Pero sin haber recuperado el pasado de la institución con miles de volúmenes llegados de allende los Pirineos, estaríamos hablando de otra cosa.

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