

Secciones
Servicios
Destacamos
Escribo estas líneas tras el encuentro –y posterior comparecencia– de don Pedro Sánchez con los grupos parlamentarios, salvo Vox, como es sabido. Nada nuevo reseñable ... en estos encuentros; con el sí, pero no o no, pero sí del Partido Popular que, amén de censurar que el Gobierno no tiene un plan, demanda debate y votación parlamentaria que no parece que vaya a haber, según filtró el representante del BNG que, como Podemos y ERC, se opone a incrementar hasta el 2% del PIB la asignación presupuestaria a la defensa de la Unión. El PNV exhibe un conciliador planteamiento de Estado y continental, aunque, como Junts (que no sabe qué hará) exige, en todo caso, un aumento significativo para la industria. Y espero que, dada la situación que mueve a estas entrevistas, no se esté pensando en industria militar en el País Vasco o Cataluña. En el primer caso, no creo; porque Bildu, también opuesta a la medida, dudo que quiera ver cómo se fabrican carros de combate o drones con fines bélicos. Pero en el caso catalán, un eventual apoyo condicionado a un inicial 2% (a no confundir con su famoso 3%), debería hacernos saltar las alertas. Supongo que mi querido presidente del Principado ya habrá desplegado la antena.
Y es que, curiosamente, la industria militar en Asturias vive momentos de optimismo y expectativas inversoras propias de una macroeconomía. No todo va a ser el polígono de Bobes, en lo positivo, o los problemas de Arcelor y otras grandes empresas en lo negativo. Los vientos que vienen del este, evidentemente, soplan en favor –tristemente– del refuerzo armamentístico y de la construcción, tras mil embriones fallidos, de unas fuerzas armadas de la Unión. Y ahí está Asturias, con su bastión de Trubia al frente; envidia –me consta directamente– de otras Comunidades con menos problemas financieros y demográficos.
Nuestra factoría trubieca, casi tan antigua como la primera Constitución europea, es ahora una filial de Santa Barbara Sistemas y, por elevación, de General Dynamics (ya aparecen aquí los Estados Unidos), aunque vinculada, patrimonial y contractualmente al Ministerio de Defensa que, en los últimos años, ha apostado fuertemente por su calidad y tecnología, lo que es de agradecer. Más que el convenio para repartirse con el Ayuntamiento de Oviedo los 122.000 metros cuadrados de la Fábrica de Armas de La Vega, dolorosamente clausurada en 2012.
En estos días, Indra o, mejor, el consorcio Tess Defence, donde la compañía tecnológica es mayoritaria, busca terrenos en el Principado, pues precisa nada menos que 400.000 metros cuadrados para la fabricación de blindados, incluyendo en su expansión la propia adquisición de Santa Bárbara lo que –salvo algo extraño, análogo a una OPA– está muy verde. Me quedo con la extensión: 40 veces la del remozado estadio Santiago Bernabéu, por lo que es normal que los ayuntamientos –singularmente los bien comunicados– ofrezcan sus disponibilidades. De momento, posiblemente como aperitivo, se han hecho con los 77.000 del Tallerón de Duro Felguera, en Gijón. Pero parece que Langreo mantiene algunos ofrecimientos que podrían encajar, pese a las típicas dificultades orográficas de toda la región, excepción hecha de Llanera y poco más. Confieso que, siempre que no perdamos el referente histórico de Trubia; localidad que fue moscona hasta hace, justo, 140 años, aplaudo la adquisición gijonesa y cualquier otro asentamiento en nuestra Comunidad. Y lo hago, conociendo mínimamente la economía del país, porque es una gran oportunidad de despegue, después de tantas reconversiones que hemos sufrido en nuestros sectores tradicionales.
Pero confieso, también, que en el fondo –sin ir de pacifista ingenuo– lamento que la deseable construcción de una fuerza europea se acelere por los riesgos y temores que algunos países próximos a Rusia dicen –y no lo discuto– padecer. Este año, que también se celebra el medio siglo de la firma de la incorporación de España y Portugal a las antiguas Comunidades Europeas, no está de más recordar cómo nació esta unidad europea y las palabras de su arquitecto, Robert Schuman, en 1950: «La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan (…) La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible» y proporcionará a todos los países que se unan «los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica». Paz, industria, comercio, tránsito sin barreras… Justo lo que ahora nos ocupa. Sin olvidarnos del tema migratorio que, por razones ideológicas, tampoco augura paz y unanimidades en el seno de esta Europa por la que tanto apostamos; antes de entrar y ahora.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.