![Asturias y las actitudes extremosas](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/12/23/imagen-articulo-tolivar-kolF-U2101080178331EhG-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Al leer, este jueves, la excelente información de Daniel Fernández sobre la red transeuropea de trasportes y el compromiso de la Unión Europea de concluirla en ese idealizado 2030, necesariamente me vino a la cabeza la disparidad de opiniones que, entre los asturianos, puede apreciarse ... a raíz de la apertura de los túneles ferroviarios de Pajares.
Hay, sí, una opinión claramente mayoritaria de que es un avance histórico en las comunicaciones; que es una obra colosal, digna de toda suerte de elogios técnicos (pese al tema de los acuíferos leoneses) y que Asturias ya no se verá en la meseta como esa región lejana a la que no poder llegar en un tiempo razonable sin tener que recurrir al avión y sus penosos tiempos de llegada a las terminales y embarque. Aun así, no es difícil encontrar a quien, desde perspectivas no sólo ecológicas, sino también económicas o técnicas, entienden que esta obra tenía alternativas. Confieso que no es mi caso. Siento una enorme querencia por el tren y muchos miles de kilómetros rodados por raíles. La llamada Variante sólo es digna de admiración y el recorte de tiempos, de satisfacción.
Pero es lo cierto, como recuerda el artículo citado al inicio, que la reducción de una hora entre Madrid y Gijón se antoja desproporcionadamente corta ante la magnitud, dificultad y carestía de la infraestructura que se acaba de estrenar, con algunas incidencias en otros puntos alejados de la cordillera. Para que se pueda incluir el trayecto asturiano en la red continental, habría que garantizar que, a lo sumo en siete años, los convoyes pudieran circular de Lena hacia Oviedo y Gijón a un mínimo de 160 km/h. Algo que, hoy por hoy, es un desiderátum. Que se tarde menos en llegar de Mieres a León que de La Pola a Sanz Crespo no parece tener justificación, porque hubo veinte años para planificar la modernización del trazado (no los soterramientos faraónicos y disuasorios) y no se ha hecho nada apreciable. La versión oficial, exculpatoria, es que, en un trayecto metropolitano con varias paradas, se podrían ahorrar muy pocos minutos. Lo que no es enteramente cierto y siempre pongo el ejemplo de Marsella y Aix en Provence, con una distancia similar a la de las dos mayores ciudades de Asturias y con un tiempo de viaje de un tercio de lo que se tarda desde la calle Uría a la estación término de Asturias.
Todo esto es sabido y sólo cabe esperar que el Gobierno de España cumpla con Europa y con Asturias. Aunque el horizonte no parezca cercano. La Variante merece un mejor final y lo mismo digo para el segmento de León a La Robla. Luego, hay muchas más cosas pendientes, también con mandato europeo, como el ancho europeo, la solución salomónica del tercer hilo, la renovación del material rodante de mercancías… Esta es una historia interminable, reivindicaciones de Avilés incluidas. Y esperemos que los trenes Avril no se demoren, ni tengan las incidencias de la bochornosa fabricación de los de vía estrecha. Que, por cierto, si nos creemos lo de vertebrar Asturias, las cercanías y todo el trazado métrico, de punta a punta de la región, sí que es el verdadero reto interior del Principado. Con o sin transferencias.
Pero retorno al título: una actitud extremosa es, dice la RAE, la que no se modera o no tiene términos medios, sino que declina o da en un extremo. Por fortuna, no es la extremista –radical, intolerante, fanática, sectaria, violenta–, pero da que pensar. Y en Asturias son frecuentes las posiciones extremosas, como estamos viendo en el primer mes de uso de la Variante. Pasamos de una euforia acrítica, claudicante, carente de ambición para terminar lo que está inconcluso, a comentarios, especialmente en las redes sociales, derrotistas, pesimistas y hasta fatalistas que denigran el haber pasado de repente de 1884 al presente, sólo porque los coches no son vagones AVE, porque el Alvia viene a veces sin cafetería o porque hubo, fuera de Asturias, algún retraso, por cierto, indemnizable muchas veces. ¡Qué bueno sería acercar posiciones para tener un solo discurso en la defensa de los intereses comunes! Y relativizando ese discurso, a la vista de las tragedias y catástrofes que asolan otros lugares, no tan lejanos, del planeta, donde los tópicos melifluos de estas 'fiestas entrañables' les sonarán casi tan horrísonos como un bombardeo.
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