Una turba con disfraz y armada en el Capitolio, liderada a gritos por personajes como Jack Angeli, que lleva unos cuernos encasquetados en la testa, defiende el supremacismo, niega el coronavirus y acusa a sus adversarios políticos de raptar niños para asesinarlos en ceremonias secretas. ... Una imagen esperpéntica del apocalipsis democrático. Con los congresistas corriendo por los pasillos y los policías atrincherados tras las puertas para defender la sede de la soberanía popular en el país que más presume de su democracia. No lo tiene fácil quien pretenda consolarse con la ilusión de que esto solo podía pasar allí donde los ciudadanos decidieron votar a un energúmeno producto de las angustias de una superpotencia. Nuestros políticos se han apresurado a establecer comparaciones para recordarnos lo mucho que han hecho por imitar el éxito de un personaje que ha minado el sistema para hacerse con el poder. De izquierda a derecha, la política española ha encontrado abundantes paralelismos entre las acciones y eslóganes de Donald Trump y lo que nos ha tocado vivir en este país en los últimos años.

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Muchos reniegan del presidente norteamericano más excéntrico -para ser el peor falta que germine su legado- con el mismo entusiasmo con el que han imitado sus métodos. Para el populismo de todo signo, la razón, la legalidad y los principios no son más que medios que moldean a sus fines. A quien sustituye la realidad por su opinión, todos los caminos le parecen aceptables porque la verdad siempre es suya y la culpa de otro. Trump purgó la Administración, minó la justicia, manipuló, mintió a sabiendas y se jugó el resto a la carta de la economía y la polarización. Con ello llevó a Estados Unidos a sus límites como democracia, provocó una fractura social que tardará mucho en curarse y consiguió más de 74 millones de votos. De todo lo que ha hecho, a algunos de nuestros políticos solo les interesa esto último: la extraordinaria capacidad para movilizar a unos electores que le siguen fervorosamente a las urnas porque supo decirles lo que querían oír. Por más que digan otra cosa.

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