Vivo en La Arena y, ciertamente, lo que observo con preocupación en mi barrio no es la supuesta tensión que hay en torno a los ... precios de los alquileres o de los pisos que se ponen a la venta, que, por supuesto, siguen subiendo, sino la cantidad de personas mayores que pueblan sus calles y para las que hay escasos servicios a su disposición. Salir a dar una vuelta por Ezcurdia, Emilio Tuya, Doctor Hurlé o Aguado es encontrarse con decenas de personas que caminan con ayuda de un andador o, los que se lo pueden permitir, en modernas sillas de ruedas eléctricas, cada vez más pequeñas para que quepan en los diminutos ascensores de los edificios viejos que pueblan el barrio.
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La Arena ha envejecido, tanto sus moradores como sus edificios, con muchas de sus fachadas desconchadas y ennegrecidas, dando una triste imagen de lo que antaño fue este populoso enclave que, pese a todo, sigue llenándose de turistas en verano y en cada puente festivo. Muchos de sus históricos negocios, como La Pérgola, han cerrado por jubilación, dejando al barrio un poco más desolado, con una avenida de Castilla que jamás logró levantar cabeza tras su larga y desafortunada reforma.
Pero estas cuestiones no parecen preocupar al Principado, que pretende ordenar a golpe de decreto a cuánto se puede o no se puede alquilar, cuando lo que necesita La Arena es recuperar el pulso de antaño, con ejes comerciales vivos y zonas donde los mayores también puedan disfrutar de su barrio.
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