Regalo de cumpleaños

Sería conveniente que el aislamiento de los ricos fuera tal que ninguno de sus insidiosos mensajes llegara al mundo de la gente que, aunque trabaje 2.000 años, no podrá regalarle a sus hijos un ático de un millón trescientos mil euros

Sábado, 6 de julio 2024, 02:00

Al principio, cuando el anuncio me saltó en la pantalla, pensé que se trataba de un 'fake' o de un chiste, y no le di importancia, pero luego con ese runrún que se te queda por ahí dentro, me obligué a indagar y descubrí que ... no, que nada de 'fake', que aquel anuncio era real y la estrategia de marketing utilizada igual hasta era efectiva. Eso sí, también bastante insultante.

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Hablo, y ya es plenamente conocido porque luego se habló con profusión del asunto, del anuncio de una inmobiliaria que en un vídeo con un vendedor dicharachero ofrece un maravilloso ático en Príncipe de Vergara, en Madrid, que cuesta un millón trescientos mil euros y que es «perfecto para que te lo regalen tus padres como tu primer piso». Más adelante incide en la idea y señala lo adecuado que es como regalo para tu cumpleaños.

Yo ya no sé de qué están hechas las fronteras que separan los mundos, pero sería conveniente que ese aislamiento de los ricos fuera tal que ninguno de sus insidiosos mensajes llegara al mundo este de los pobres, de la gente que aunque viva mil años y trabaje dos mil no podrá regalarle a sus hijos como cumpleaños un ático de un millón trescientos mil euros. Porque aquí, a este lado, para el cumpleaños hacemos una tarta, regalamos libros, en un exceso nos reunimos para comer en un sitio chulo y, a veces, si las cosas están bien, cae un teléfono móvil, o una tablet. No más. A este lado pasan esas cosas: ya quisiéramos regalar áticos de más de un millón de euros a nuestros hijos, a esa generación que se formó, que se creyó nuestra monserga (también nosotros, inocentes, nos lo creímos) de que si se esforzaban, si estudiaban, si ponían toda su energía conseguirían lo que se propusieran. Pobres. Ahí están, con sus contratos precarios, con la desesperanza, con la imposibilidad de tener lo que los padres sí conseguimos, una vivienda pagada con esfuerzo, una estabilidad laboral, un poco de confianza en el futuro. A este lado, el ascensor social lleva tiempo con el cartel de 'No funciona', y los proyectos de vida que incluyen hijos han de hacerse con el consenso de abuelos que abandonen su jubilación para ejercer de padres de sustitución por horas, por jornadas completas, y son muchos los que sólo accederán a una casa en propiedad cuando un notario les lea el testamento de herencia de sus padres.

Imagino que este panorama no se ve desde el otro lado, en ese mundo en que los áticos en Príncipe de Vergara se regalan en los cumpleaños, y todo esto que cuento, la realidad de todos los días, la de la gente que ni siquiera ha sido excluida a los márgenes –que ahí la desolación ya es terrorífica–, es cosa de pobres, tan ajena a las preocupaciones que viven herederos y 'nepo babies', todos esos que luego nos aturullan desde sus redes sociales con la dichosa cultura del esfuerzo (¡ellos!) las bondades del emprendimiento y que en su vida han tenido que lidiar con la burocracia que supone, que para eso tienen gestores, ni con los riesgos, ni con las apreturas.

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Y lo hacen con vídeos grabados en maravillosos áticos regalados por sus padres mientras aguardan al siguiente cumpleaños, porque para entonces, toca, de regalo, la casa de la playa.

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