Gaspar Meana

Más palabras, pero menos

Supongo que no es fácil gestionar un diccionario, ir decidiendo qué palabras usadas por el populacho merecen ser incluidas, cuáles hay que mantener a pesar de que nombren una realidad que ya no existe

Viernes, 8 de diciembre 2023, 21:19

Andan algunos estos días dándole vueltas a lo de las palabras que la RAE (limpia, fija y da esplendor) ha incorporado a su diccionario y, con ello, ha dado carta de naturaleza a esos términos que ya se decían y que finalmente gozan del ... beneplácito de tan docta institución. Y que si mira tú qué cosas tiene la RAE de bendecir lo de 'machirulo', o 'perrear', o 'chundachunda' o 'sinhogarismo'. O de haber tardado tanto en hacerlo.

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Las palabras no son patrimonio exclusivo de quienes nos las trabajamos, como la lluvia no es patrimonio de los meteorólogos. Pero a lo mejor nos tocan más de cerca o más adentro, y unas veces por uno y otras por otro terminamos por manifestar desacuerdos, considerar extravagancias y calificar de errores muchas de esas decisiones. Por ejemplo: todavía colea una especie de levantamiento popular (no nos engañemos, en este tipo de reivindicaciones los levantamientos no suelen pasar de una polémica y más bien leve y reducida a ámbitos muy limitados) de los 'solotildistas', que jurábamos y perjurábamos con toda la razón del mundo, que el adverbio 'solo', contrariamente al criterio de la RAE, y a la desidia de muchos 'solosintildistas', debía llevar tilde. También nos fastidió mucho la adecuación de algunos términos de carácter tecnológico, porque no me digan a mí que lo de 'rúter', lo de 'yutubero' y 'zum' no hace sangrar los ojos hasta a mi madre que no sabe una palabra de inglés. Por no hablar de que en un mundo tan variable como la tecnología, por definición en constante desarrollo, cuando por fin se aceptó algo tan españolizado como 'cederrón' los tales objetos (que no me atrevo a nombrar de otra manera para no incurrir en algún tipo de desacato a la institución) ya habían empezado a desaparecer y a convertirse en fósiles, casi a la vez que la palabra que la RAE decidió que los nombrara.

En esas andamos, y supongo que no es fácil gestionar un diccionario, ir decidiendo qué palabras usadas por el populacho merecen ser incluidas, cuáles hay que mantener a pesar de que nombren una realidad que ya no existe. Al respecto, recuerdo haber leído los cabreos que pillaba Miguel Delibes en la RAE porque numerosos términos relacionados con el campo iban cayendo, por aquello de que ya nadie los usaba. Tampoco será sencillo ganar batallas a diario contra la colonización de otros idiomas, contra las aberraciones que proceden de la confabulación de reguetoneros, 'espanglish' y deficiencias verbales varias. Pero quienes amamos las palabras contemplamos con pena cómo se reduce el número de las que manejamos y que conocemos. Dicen los más optimistas que no son más de 750 las que usa un hablante medio, aunque yo me jugaría a que la mayoría no llega a tantas. No está mal para un idioma que si mal no recuerdo tiene bastantes más de 100.000. Del modo en que las utilizamos, mejor ni hablar, y para entrar en el territorio de las barbaridades ortográficas mejor con un machete.

La reducción en las palabras que usamos está en relación directa con la progresiva depauperación de nuestro pensamiento y por tanto de nuestra condición personal. Y aunque eso es grave, y mucho, creo que tampoco estaría mal que entre las palabras que pronunciáramos a diario aunque no fueran muchas, se incluyeran algunas tan corrientes como 'lo siento', 'por favor', 'gracias', 'discúlpame', 'cuenta conmigo', o 'te quiero'.

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