Una mariposa en la puerta de la habitación

No hay nada más triste que la muerte perinatal, porque llega apuñalando a traición. El momento más feliz de una madre, de un padre, se convierte en una pesadilla

Sábado, 6 de enero 2024, 00:58

Todas las puertas de las habitaciones del hospital tenían adornos navideños. Todas, menos la 503, en la que una mariposa se había posado para advertir al personal de que dentro habitaba un dolor de cristales rotos y de sueños despedazados y unos padres que tenían ... que pasar el momento más amargo de toda su vida.

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No hay nada más triste que la muerte perinatal, porque llega apuñalando a traición. El momento más feliz de la vida de una madre, de un padre, se convierte en una pesadilla y quien iba a ser sonrisa y piel recién estrenada, y miles de momentos soñados y presentidos, se convierte en ceniza de días que nunca existirán. No hay nada más triste que sustituir la ilusión por la bofetada de una realidad que no debería serlo.

Queríamos tanto a Noel. Lo esperábamos tejiendo sueños con lanas de colores, cosiendo con hilos de esperanza un patchwork de animales de la selva, y su cuna, y su ropita, y sus peluches. Jugábamos a adivinar su nombre, que sus padres guardaban como un secreto, y todos vigilábamos cómo iba creciendo la tripa de su madre, donde sabíamos que vivía feliz, calentito y confortable, flotando en el amor, sintiendo a través de la piel las caricias de quienes ya lo queríamos, acostumbrándose a las voces. Queríamos tanto a Noel, como otras familias querían a Cala, a Inés, a Martín, a Lucía, a Pablo. A todos esos niños que desaparecen porque la vida a veces golpea sin piedad y deja a unos padres que esperaban llevarse un bebé feliz a su casa con los brazos desiertos y con una cajita donde se guardan los poquitos restos de su biografía: la pinza del cordón umbilical, sus huellas impresas. Y con un dolor inmenso.

Mirando sus manitas inertes, su apariencia de bebé dormido, aprendimos que la muerte a veces no es verdad: Que Noel, que todos los niños amados que nunca llegaron a vivir seguirán creciendo en nuestra imaginación una vida que construiremos para ellos: caminarán de puntillas por nuestros sueños, y nos hará cosquillas el color de su risa, y cada uno, en el reducto secreto de quienes los aman vivirán una existencia transparente, la que dibuja en el aire todo lo que pudo haber sido la vida de todos los Noeles del mundo. Y mientras el suspiro vertical del roble que crece alimentado por sus cenizas apunta a un cielo en el que la nómina de estrellas se ha visto incrementada, descubrimos que a pesar de la terrible crueldad, aún nos queda como un tesoro invaluable la gratitud: fue tan bonito esperarlo, fue tan dulce sentirlo moviéndose, nos hizo tan felices mientras esperábamos su llegada. Eso, la felicidad de ese tiempo, no nos la quita nadie. Ni eso, ni la ilusión de las lunas, el recuento de las semanas, las horas en que vivió en esa otra vida anterior a la vida que no tuvo, todo lo que teníamos para darle, las historias que no le contaremos, los besos que se quedarán prendidos en las alas del tiempo, igual que una mariposa que, como una contraseña secreta, se hace cómplice del dolor que se vive tras una puerta, la de un cuarto de hospital en el que se consuma la devastación.

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