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Siempre supimos que la memoria era engañosa y la llamábamos selectiva, memoria falsa, apropiación de recuerdos ajenos. Qué fascinante todo lo que tiene que ver con la capacidad del cerebro para recordar, para olvidar, para montarse historias a partir de determinados datos y convertirlas en ... recuerdos propios. Que la memoria es una de las grandísimas mentiras (y desde luego, no siempre intencionada ni mucho menos) lo aprende una a medida que escucha el modo en que un familiar o amigo recuerda como propias aquellas cosas que vivimos y que le contamos sin saber que el simple hecho de verbalizarlas implicaba una donación: a partir de un momento determinado, esa persona jurará que aquello tan divertido le sucedió a él. Y lo que es peor, seguramente lo cree sin ningún tipo de conciencia de haber hurtado la memoria ajena.
Esto, que es una de las situaciones en las que nos vemos con frecuencia y que nos provocan tanta ira como incredulidad y estupefacción, tiene una variante, la gramnesia, de la que se está hablando mucho en estos últimos tiempos. De hecho, el origen de la palabra no está muy claro, pero por alguna interesada razón (porque hay que ir creando tendencias, modas, corrientes de opinión y en definitiva, asuntos con los que dotar de contenido redes y publicaciones) ha venido en decirse que lo de gramnesia procede de una mezcla del prefijo utilizado en inglés para referirse a los abuelos (grandparents) y lo de mnesia, que como todo el mundo ya sabe tiene que ver con eso de fijar datos, emociones, evocación en suma. En definitiva, que vendría a ser la memoria de los abuelos, pero, ojo, la memoria falsa (como si alguna no lo fuera). Por concretar, la gramnesia sería la que está detrás de todas esas afirmaciones que ponen de los nervios a los padres recientes: «Pues tú cuando eras bebé dormías ocho horas de tirón»; «Anda que no comías: menudo zampabollos, no te dejabas nada en el plato»; «Pues todos mis hijos fueron buenísimos: recogían sus juguetes y doblaban su ropa»» Cierto: con el tiempo los recuerdos tienden a emborronarse, por aquello de la niebla del tiempo, pero me parece a mí, que detrás de esas frecuentes afirmaciones hay otras circunstancias. Los que ahora somos abuelos más o menos recientes, fuimos padres en los ochenta y seguro que todos recuerdan que poníamos a los bebés a dormir boca abajo (sí, flipad, padres jóvenes, eso es lo que nos decían entonces los pediatras, que los bebés tenían de dormir boca abajo, con la carita ladeada). Se daba la razón de que podían tener un problema serio y ahogarse con un vómito del mismo modo que ahora se advierte sobre los peligros de la falta de respiración y la muerte súbita. Las tomas controladas por reloj, lo de no acostumbrarlos a estar en brazos… todo lo que obedecíamos con fe ciega nos convierte ahora en auténticos psicópatas a los ojos de nuestros hijos.
Así que yo empiezo a pensar que eso de la gramnesia no es en realidad una niebla en la memoria: es la venganza sutil de los abuelos ante las caras de horror de los padres jóvenes. Puede que nuestros métodos fueran erróneos, que lo eran y ahora lo sabemos, pero nos queda el consuelo de elaborar una fantasía de hijos sonrientes, buenos comedores, dormilones, que no daban ni gota de guerra y que en nada se parecen al bebé vociferante y exigente con que se enfrentan ellos. No todo va a ser malo en esto de envejecer.
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