Es muy posible que me la esté jugando con este artículo, porque no faltarán opiniones discordantes y a lo mejor por los dos flancos, pero llevo tiempo pensando en ello y yo misma siento tal confusión al respecto que a lo mejor estas palabras son ... más una petición de ayuda a quien lo tenga claro y me convenza.
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Entre una cosa y otra siempre habrá, digo yo, un término medio. De las ficciones infantiles que pueden poblar los sueños de los niños de pesadillas feroces y a imaginar un mundo presidido por el mal omnipresente y la amenaza constante, con malos malísimos, a esa tendencia actual en que los malos de los cuentos no es que sean malos, es que están traumatizados porque no los han querido suficientemente (lo cual no digo que no sea cierto) o en realidad buscan el bien y son puros, y el malo es el cazador que mata a un pobre lobo indefenso, y toda clase de transformaciones y mistificaciones, entre esos extremos, digo, igual estaría bien que primara el sentido común.
A todos nos encantaría vivir en un país de piruletas y nubes de colores en el que todo el mundo sea bueno y desconfiar de alguien un defecto a corregir. Y en eso tenemos que poner nuestro empeño como personas, en conseguir un mundo así. Pero no es lo que hay. Y en los cuentos, en las ficciones hay buenos y hay malos, hay crueldad y hay victoria del bien sobre el mal, lo cual, como luego aprenderán los niños, no siempre es verdad, pero posiblemente sirva para aprender que es eso, el bien, lo que ha de procurarse y por lo que hay que luchar. Cierto: hay montones de manipulaciones en esto de los buenos y los malos. Yo viví aterrorizada con las películas de indios y vaqueros cuando era pequeña, pensando en lo malísimos que eran los primeros, hasta que luego descubres que la realidad no era esa. La manipulación es burda, cierto también: las hermanastras de la Cenicienta son feas y ella, aunque míseramente vestida, es hermosa. Y todo así. A lo mejor, en pos de la diversidad corporal hay cosas que se pueden cambiar, pero de siempre el objetivo ha sido que la bondad esté asociada en la mente infantil a la belleza, de forma que ese sea el modelo, que perseguir la bondad sea lo deseable. Se puede hacer de otra manera, y hay que hacerlo de otra manera, pero con eso de edulcorar la maldad, el egoísmo, y encontrar explicación a la inclemencia, no sé yo si no estaremos dejando inermes y vulnerables a los niños ante el mundo real.
Que luego, cosas de las paradojas, después de justificar toda clase de perrerías en los villanos, el paso siguiente es permitir que vean en cualquier soporte cualquier tipo de violencia que termina por trivializarse, banalizarse y convertirse en mucho más irreal que la malvada bruja de los cuentos.
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La palabra mesura que es muy escasamente utilizada debería ser de uso más frecuente. Y el sentido común más común de lo que suele ser. Y sí, ojalá (que no tengo yo muchas esperanzas) fuéramos capaces de ir transformando este mundo en un lugar en el que no hubiera que explicarles a los niños que el mal –qué faena– existe.
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