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Estimado Profesor: me enteré hace unos días de que en diciembre te jubilas o, más bien, que nuestra Universidad, como institución, no hizo nada para ... evitarlo.
A la sociedad asturiana: aclaro que el resto del escrito puede incomodar a algunos miembros de la institución a la que pertenezco y me debo. Me explico: con motivo de mi reseña del libro La vida en cuatro letras, alguien de nuestra institución me dijo que «los trapos sucios se lavan en casa» y le contesté que la Universidad es mucho más grande de lo que su mente alcanzaba a ver; al fin y al cabo, el vocablo Universidad se relaciona con «universalidad, totalidad…», entre otras acepciones de la Real Academia Española (RAE). Como además de profesora universitaria soy economista, me permito decir (tal y como contesté a llamémoslo «alguien»), que la Universidad pública española se financia en su mayor parte con fondos públicos, así que «la casa» es mucho más grande de lo que «alguien» quiso y seguramente seguirá queriendo ver y, por tanto, es su deber la rendición de cuentas a la sociedad. También «otro alguien» me dijo que cómo el Profesor López-Otín no había puesto antes en conocimiento de las autoridades universitarias hechos tan deplorables como los que finalmente expuso y fueron constatados, aunque lamentablemente habían prescrito en gran medida o no estaban tipificados expresamente en la Universidad. Le contesté que era como exigir a quien había sido objeto de abusos (pongan ustedes el adjetivo que quieran) que los denunciara inmediatamente…
Comprobé también la etimología de la palabra jubilación. Y, perdonen la pedantería que, en mi caso, es más bien humildad, más que nada para asegurarme. Y sí, según la RAE, la palabra se asocia, entre otras acepciones, a júbilo y alegría. Viene esto a colación porque respecto a la jubilación del Profesor López-Otín, estimo que caben emociones encontradas y no solo de júbilo, después de una larga y brillante carrera académica, proyectada internacionalmente con un talante tan académico y al mismo tiempo tan cercano y tan comprometido con una tierra en la que no nació, pero por la que dio todo. No me extiendo más en este tipo de consideraciones sobre su perfil universitario, personal e incluso humanitario porque numerosas instituciones y personas más sesudas que yo ya las expresaron previamente en infinidad de ocasiones.
Estimado Profesor: me entristece que en el período más reciente la Universidad, como institución, no haya rendido cuentas a la sociedad (ni a tiempo ni a destiempo), y me refiero a los graves hechos constatados, dado que una cosa es la prescripción administrativa y otra la prescripción moral de los hechos. De ahí que estime que la legitimación de la Universidad ante los ciudadanos, y ante los votantes de sus representantes, pase por hacer públicamente una valoración moral que trascienda la mera burocracia, con independencia de que a ti sea imposible resarcirte de los graves daños morales que tan injustamente te han infligido. Además, siento decirte que eres de esas personas (pocas) que no conseguirán jubilarse nunca porque una cosa es la «jubilación administrativa» y otra la «jubilación real». Tu generosidad en todos los planos y la trascendencia de tus trabajos de investigación (que me consta que sigues llevando a cabo, ahora lejos de Oviedo) avalan esta afirmación. Incluso, egoístamente, me siento una privilegiada por haber recibido tu impronta (como tantos otros), estando fuera, en términos académicos, de tu especialidad. Me alegro, en cambio, de que tomases la decisión, mientras tanto, de alejarte temporalmente de nuestra Universidad y colaborar con La Sorbona que, obviamente, supo valorar y aprovechar tu talento. Aunque no te prodigues en la materia, no somos pocos los que sabemos que podrías haber optado por otras muchas Universidades también de gran prestigio internacional.
A la sociedad asturiana: les aseguro que mi trayectoria avala que lo que estoy escribiendo «a vuela pluma» es una declaración de principios, que no de fines. Estoy ya en la edad de prejubilarme y, eso sí, cuando culmine administrativamente mi carrera espero hacerlo sin haber dejado nada en el tintero. Y puestos a no dejar nada en el tintero, paso a compartir algunas de mis inquietudes. Para empezar, que mucho me temo que lo que expongo a continuación no sea más que la punta de un iceberg.
Sobre los problemas detectados en algunos artículos. A pesar de que la RAC (Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España), entre otras instituciones, manifestase en su momento que (y cito literalmente) « … tiene la certeza de que dichas alteraciones en las figuras no significan, en ningún caso, un intento de modificar las conclusiones científicas de los artículos» (https://rac.es/ficheros/doc/01248.pdf), el hecho fue que el Profesor López-Otín había retirado ya esas publicaciones, antes de que la RAC estimase que la imposición de una retractación no se justificaba en ningún caso y que «… los problemas detectados en los artículos publicados deberían haberse resuelto solicitando una corrección a los autores». Por cierto, en los artículos científicos se ha de dejar constancia acerca de qué cuestiones se ocupa cada autor y parece que los responsables de introducir los errores nunca llegaron a pedir perdón. Ésta sería una buena oportunidad para que pidieden disculpas públicamente por los daños causados. Todavía están a tiempo. Estoy segura de que el Profesor los perdonaría, como hizo con aquellos «divulgadores» que difundieron todo tipo de barbaridades y calumnias en sus redes sociales y que, tras ser confrontados por el Profesor López-Otín en presencia de sus superiores académicos, se retractaron y pidieron perdón. Desconozco si el acoso al Profesor López-Otín fue propiciado con apoyo en la situación descrita o si venía siendo ya orquestado mucho antes.
Acerca de la inexplicable muerte de miles de ratones. También me inquieta que en un ámbito científico no se estudiase a fondo cómo fue posible que, de la noche a la mañana, muriesen miles de ratones en el Bioterio, sobremanera cuando tal catástrofe coincidió precisamente con un momento crítico de acoso personal al Profesor López-Otín en las redes sociales. No sé, se me ocurre que se podría haber precintado el edificio o efectuado alguna investigación ante tal desastre… Tampoco entiendo que no se investigase posteriormente por qué el anterior equipo rectoral había procedido tan laxamente, optando sencillamente por retirar los cadáveres de los ratones, también de la noche a la mañana. Pero lo que sí sé es que se destruyó un patrimonio científico con gran impacto en la vida de muchos pacientes que podrían haberse beneficiado (incluso en términos de supervivencia) de los estudios que el equipo del Profesor López-Otín realiza con ratones creados en su laboratorio y que han sido facilitados a numerosos grupos de investigación de los mejores centros del mundo por su gran valor clínico y científico. Les animo a que se aproximen a la historia de su paciente, y después discípulo, Sammy Basso, quien gracias a los trabajos realizados con unos ratones creados en Oviedo ha conseguido duplicar la máxima esperanza de vida para los pacientes con progeria y convertirse de este modo en un referente mundial de la lucha por la supervivencia.
Sobre los jóvenes y el futuro. Por último, hasta ahora, varios miles de adolescentes asturianos supieron aprovechar la labor docente y divulgativa que todos sabemos que a lo largo de su carrera desarrolló inagotablemente el Profesor López-Otín y que, en definitiva, es también patrimonio de nuestra sociedad. Y yo me pregunto qué pensarán esos jóvenes sobre el hecho de que nuestra Universidad no haya evitado prescindir de un modelo a seguir, de un investigador que dedicó toda su vida a los demás; ¿es éste el legado que les dejaremos? Llegados a este punto, no puedo dejar de referirme a D. Antonio García-Bernardo Tartiere, Premio Fin de Grado en Biología y reconocido como el mejor expediente de la Universidad de Oviedo en 2023 quien, con motivo de la entrega de premios en la festividad universitaria de Santa Catalina, expresó su agradecimiento y admiración por el Profesor López-Otín y aludió a su ayuda para encontrar su vocación, mencionándole, junto con el Profesor José María Pérez Freije (el primer discípulo asturiano del Profesor López-Otín), como fuente de inspiración (El Comercio, 25 de noviembre de 2023). También aludió este brillante alumno a la máxima «conocer para curar» que le inculcó el mencionado grupo de investigación y que tomo prestada para aplicar también al terreno que debería ocupar la sociedad asturiana.
En pocas palabras, el silencio traduce (o traduciría: nunca es tarde si la dicha es buena), como mínimo, una dosis de cobardía nada saludable para nuestra Universidad y, por tanto, para la sociedad asturiana. Lamentablemente, es en estas circunstancias en las que se produce la jubilación del investigador al que tanto le debemos todos.
Pepe Hierro: finalizo este escrito reproduciendo parte de un poema de Pepe Hierro, a quien mi carrera académica me dio la oportunidad de conocer trabajando una temporada en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y con quien, no lo voy a negar, acabé tomando más de un chupito de orujo y empezando a bucear torpemente en lo que llaman el género de la poesía: «Esto, tan real y tan absurdo, sucedió, pero sigue sucediendo. Y no sé lo que significa» (en Agenda, Universidad Popular San Sebastián de los Reyes, 2000, pág. 22). Pepe, aunque ya no estás aquí, sé que entenderías cuán difícil será que volvamos a ver suceder tal cúmulo de despropósitos porque ha de transcurrir muchísimo tiempo para que vuelva a pasar un cometa que deje la estela que seguirá dejando nuestro querido Profesor López-Otín, a pesar de su «jubilación administrativa».
Posdata: «Desgraciada es la tierra que necesita héroes» (Bertolt Brecht, Galileo Galilei, Ediciones Losange, Buenos Aires, 1956, pág. 92). Y donde dice tierra cabría decir aquí institución, porque nuestra Universidad necesita investigadores como el Profesor López-Otín y su equipo, no «Héroes del Silencio».
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